Por y para los jóvenes
En estos días iniciales de la temporada musical, los jóvenes han tenido protagonismo en dos formas: como objeto de becas sufragadas por los ingresos del ciclo que cada año organiza la delegación de Madrid, que preside María Isabel Falabella, y como ganadores del concurso permanente de las Juventudes Musicales Españolas, creado y mantenido desde hace años por Jordi Roch y que, al final, se convierte en actuaciones, becas y grabaciones discográficas. El viernes, ante un público que llenaba el teatro Monumental, la Sinfónica de RTVE, dirigida por Franz-Paul Decker, colaboró con el pianista de Huelva Javier Perianes, solista en el concierto de Schumann, la mezzo Marisa Martins, que sintió y expresó las Noches de estío, de Berlioz, y el acordeonista vasco Gorka Hermosa, que dio a conocer los Cuentos de hadas, de Vavclav Trujan. Todos son artistas de futuro ciertísimo, que han iniciado con impulso ascendente sus carreras y con los que nos encontraremos en el mundo musical del siglo que se avecina.El empeño de las Juventudes madrileñas se alcanza a través de la programación de una serie anual de primera categoría que contrapuntea las constantes presentaciones de músicos jóvenes en el Centro Cultural de la Villa y otras salas. El sábado, quien pudo ser protagonista absoluta, la pianista Elena Bashkirova -hija de Dimitri Bashkirov-, hizo música de cámara con un grupo de solistas berlineses de alto virtuosismo: el flautista de origen suizo Enmanuel Pahud, los alemanes Hansjorg Schellenberger (oboe), Wenzel Fusch (clarinete) y Stephan Dohr (trompa) junto al fagotista italiano Daniele Damiano.
Las obras programadas son bastante infrecuentes entre nosotros, a pesar de tratarse de creaciones maestras, como son el Trío en sol mayor, de Beethoven, y el Quinteto en mi bemol mayor, de Mozart. En el fondo se trata de dos auténticos y muy bellos conciertos en los que la orquesta se reduce a tres y cuatro instrumentos, respectivamente. Es lógico entonces destacar los méritos de ejecución y de criterio y la sutileza de sonoridades de que es capaz Elena Bashikorova, quien se entraña en el conjunto con el más riguroso estudio de cámara.
Después del adagio y alegro (trompa y piano), dos romanzas para oboe y piano y tres piezas de fantasía para clarinete y piano, todas del más íntimo e intenso Schumann (¡Brahms a la vista!), terminó el concierto con el delicioso Sexteto para piano y cinco instrumentos escrito en 1930 y revisado diez años después por Francis Poulenc, compositor que espera toda el reconocimiento que merecen su imaginación, su gracia y su nobleza. La respuesta de la audiencia fue clamorosa, y el ciclo de nuestras Juventudes se puso en movimiento bajo los mejores augurios.