Tributo a la solidez

Homenaje a Llácer Pla Obras de Llácer Pla y Calandín. Solistas, Coro de Valencia, Escolanía de Nuestra Señora de los Desamparados y Orquesta de Valencia. Director: Manuel Galduf. Palau de la Música. Valencia, 2 octubre 1998.Este concierto de la Orquesta de Valencia vino a celebrar el octogésimo aniversario de Francisco Llácer Pla. Y es que el tiempo pasa muy deprisa para todos, y los compositores no son excepción. Otro tema es que su música conozca o no la indeleble huella de los años. La de Llácer viene marcada por un rasgo esencial que Josep Ruvira describe como "fuerte voluntad de asimilación y renovación de los nuevos lenguajes, que ha sido más bien escasa en la mayoría de los valencianos de su generación". Tal cualidad se antoja casi heroica al evocar la temprana ruptura de Llácer con las ataduras conservadoras de una estética regionalista que en años de aislamiento cultural marcaba el norte de la creación musical en nuestro País Valenciano. La herejía de aproximarse a las corrientes europeas podía en aquellos años ser castigada aquí cuando menos con el ostracismo social y profesional. De ahí el valor de símbolo de la resistencia que aureola a este hombre sencillo y afable, quien ha sido capaz de construir un lenguaje sólido y realmente propio sobre bases de apariencia contrapuesta como son tradición e innovación. Súmese a ello la orientación humanista de un pensamiento lleno de inquietudes artísticas y nutrido por una genética fe religiosa. Las dos piezas de Llácer escuchadas el viernes en el Palau se mueven sobre tales coordenadas desde la madura plenitud de un oficio compositivo, que cobra en los Episodios concertantes (versión orquestal de la obra de 1975) valor de suma modernidad. Pues el tratamiento melódico y armónico de la guitarra solista y del grupo instrumental en absoluto redunda el trillado propio de los célebres conciertos guitarrísticos españoles del siglo. En el Te Deum, del que ya me ocupé con motivo de su estreno en 1993, la carga emotiva y ceremonial no llega a desdibujar el entramado teórico del acorde equilibrado, que es seña de identidad en todo el discurso innovador de Llácer. El estreno absoluto de Introducción y cántico, obra del discípulo de Llácer, Emilio Calandín, completó en clima de performance un homenaje dirigido por Manuel Galduf desde el conocimiento de causa que da un trato largo y frecuente con esta música. El guitarrista Ruiz del Puerto, la soprano Pilar Jurado, la mezzo Yolanda del Pino, el tenor Miguel Bou y el barítono Carlos López, con los dos coros y la Orquesta de Valencia, compartieron los aplausos muy cálidos que el público dedicó a Llácer Pla, todo un ejemplo de solidez.