Revocar la "fatwa"
IMANOL ZUBERO Después de nueve años, el Gobierno de Irán ha anunciado que dejará de promover el asesinato del escritor Salman Rushdie. Pero hay quienes ya han anunciado que nadie puede revocar la fatwa: una vez promulgada la condena a muerte por blasfemia, no hay indulto posible. La cosa tiene su lógica. El Gobierno de Irán no ha explicado por qué ahora no se debe ejecutar al escritor y antes sí. ¿Prescriben los delitos contra Dios?, ¿dónde está escrito? Condenar a muerte a alguien es un acto de enorme gravedad. Siempre habrá creyentes sinceros que se tomen la condena en serio y se sientan llamados a convertirse en instrumento de la venganza divina. ¿Por qué ahora no y hace un instante sí? Siempre me ha desasosegado pensar en los tiempos de la violencia. Todavía recuerdo lo que me impresionó hace años una escena de una película sobre la Segunda Guerra Mundial en la que unos soldados matan a otros del ejército enemigo sin saber que ya se había producido el armisticio. Imaginemos que, en el mismo momento en el que Kamal Jarrazi, ministro de Asuntos Exteriores iraní, anunciaba en las Naciones Unidas que su Gobierno decretaba el final de la temporada de caza de Rushdie, un musulmán temeroso de dios estuviera apretando el gatillo de su pistola tras haber localizado al escritor en un museo londinense. Kepa Aulestia ha escrito un libro titulado HB: Crónica de un delirio. Algunos han dicho que la coincidencia de su publicación con la declaración de tregua de ETA poco menos que ha eliminado todo su interés. Creo que quienes piensan esto o no han leído el libro o se conforman con interpretaciones superficiales de la realidad. Pueden explicar cómo hemos llegado a la tregua, pero no por qué. La aproximación de Kepa Aulestia al fenómeno de la violencia en el País Vasco no ha sido nunca un mero análisis de coyuntura. Como ya hiciera en su anterior libro, Días de viento sur, Aulestia analiza los elementos culturales que subyacen tanto a la violencia política como a la ideología que la arropa. Son estos elementos, configuradores de una percepción subjetiva de la realidad, los que constituyen los anteojos a través de los cuales cobra sentido el recurso a la violencia. Entre esos elementos, destacan los siguientes: a) La violencia ha conformado una sociedad aparte, una "sociedad dentro de la sociedad", hermética ante las demandas del conjunto de los vascos. b) Se trata de una sociedad que vive un permanente éxodo interior: rechaza cualquier consenso logrado mientras camina en la búsqueda de lo totalmente otro. c) Esta sociedad se constituye sobre una visión de la realidad elevada al grado de pensamiento único, incompatible con otras visiones de la realidad vasca. d) El "unanimismo" es el gran mito movilizador de esta sociedad. e) Por último, piensa el autor que la sociedad democrática no puede ofrecer a esa sociedad aparte nada que no posea ya (yo añadiría: la sociedad democrática no puede suplir las carencias de esa sociedad aparte). Una mentalidad así resulta ser muy propensa a la fatwa. ¿Ha cambiado esta visión de la realidad?, ¿ha cambiado en todos? No quiero decir que no pueda cambiar. Hemos visto a disciplinados franquistas transmutarse en piadosos constitucionalistas; a marxistas militantes travestirse en pragmáticos social-liberales; a cruzados del Estado de Derecho volverse jaleadores de la guerra sucia; a pacifistas fustigadores de cualquier contacto con las organizaciones del MLNV metamorforsearse ahora en fogosos defensores del, por la paz, una declaración de Lizarra. Incluso hemos visto pasar del sí al no en el debate sobre el cuarto supuesto de aborto; eso sí, siempre votando "en conciencia". Hemos visto muchas cosas y aún veremos más. No digo, por tanto, que no haya cambiado esa visión de la realidad. ¿Bastará para revocar nuestra particular fatwa? Ya veremos. En cualquier caso, lo más conveniente será que actuemos como si, de hecho, los tiempos de las condenas a muerte por blasfemia hayan terminado.
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