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Una moda sin etiquetas refleja la diversidad de tendencias en Londres

El Gobierno británico apoya un sector con 200.000 trabajadores

Isabel Ferrer

La presente edición de la London Fashion Week refleja la diversidad de la moda británica del momento: "Tan variada que resulta difícil de etiquetar", según los comentaristas especializados. Con la ciudad convertida en imán de la industria del corte y confección más atrevido, las pasarelas ofrecen gasas pastel firmadas por Ghost; colores brillantes obtenidos a mano en Bangladesh para Bibi Russell; corsés y faldas de mimbre de Antonio Berardi y, por supuesto, lo último del diseñador más travieso del evento, Alexander McQueen.

Esta vez Alexander McQueen.se ha inclinado por pantalones pesqueros, levitas, calzados con alzas y alguna modelo minusválida. La corona de modista imprevisible, ganada a pulso en los últimos años por el británico, está a punto de serle arrebatada en su propia tierra por Andrew Groves. A los 29 años su debú ha oscurecido casi a la cabeza visible de la casa francesa Givenchy. Con una colección bautizada Noches de cocaína, título extraído de una novela de J. G. Ballard, la edición americana de la revista Vogue le llama ya "el nuevo a tener en cuenta". Con las manos sujetas, el rostro pintado con motivos geométricos y largas melenas artificiales, sus modelos parecían sacadas de una esotérica aventura nocturna.Otros diseñadores han preferido forjar su fama alejándose de cualquier tendencia. Bella Freud, hija del pintor Lucien, ha presentado una colección para la próxima primavera-verano con toques cubistas. Si 1998 fue para ella el año de Picasso, colegas del artista malagueño tan ilustres como Henri Matisse acuden ahora en su ayuda. Varios tonos diferentes de azul, cuellos redondos y sisas amplísimas son su forma de mostrarlo. Si ella ha sido la individualista de la semana, Maria Grachvogel podría ser la romántica. Del agua ha surgido su inspiración y prueba de ello son sus colores marinos, conchas incluidas. Los bordados en malla metálica, o las aplicaciones de cristal de algunos vestidos la han convertido en un valor seguro en EE UU.

El pasado año, 2.600 clientes y comentaristas acudieron a la Semana londinense de la Moda. Esta vez el propio ministro de Comercio e Industria, Peter Mandelson, accedió a apoyarla. Vestido de oscuro recordó que el sector de la moda emplea a más de 200.000 personas y ha convertido al Reino Unido en el sexto país manufacturero de la industria. Los modistas, por su parte, han triplicado sus ingresos desde 1990. Buenas noticias para todos, excepto tal vez para Anthony Symonds. Una parte de sus creaciones fue robada el pasado viernes de su estudio. Ésta parece ser una tradición porque sucesos así vienen repitiéndose todos los años. Pasado el susto, las miradas se centran ahora en Milán, París y Nueva York. La temporada de desfiles no ha hecho más que empezar y Londres es el primer escaparate.

De lo que nadie se ha librado ha sido de los retrasos. Modelos, diseñadores y desfiles han llegado dos y tres horas más tarde de lo previsto y el público ha tenido que esperar en restaurantes y cafeterías cercanos a los museos, cines y hoteles que estaban preparados para el espectáculo. Los fotógrafos han sabido aprovechar la tardanza para retratar cabezas con los peinados más inverosímiles, estrellas de cine y televisión más interesadas en llamar la atención que en analizar los vestidos y especialistas sentados en primera fila con aspecto estoico. Hasta la presencia del ministro Mandelson constituyó un acontecimiento a pesar de un atuendo "demasiado serio".

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