Proyectil
DE PASADAEn Granada, junto al pantano de Cubillas, el 18 de septiembre, fiesta de las mártires Irene y Sofía, floreció un proyectil sin usar procedente de una semilla viva de la guerra civil. La cabeza del proyectil surgió como un calabacín en la tierra húmeda y después la espoleta protegida por su cofia, sólo que no fue precedido por la correspondiente flor de corola amarilla. La Guardia Civil lo destruyó un día mas tarde. A comienzos del verano, en un solar abandonado, prosperó un fruto no menos raro: la estatua de un falangista con una pierna mutilada. En ambos casos se desconoce fehacientemente qué despertó de su letargo, sesenta años después, los viejos gérmenes. Sin embargo, hay constancia que la aparición del proyectil estuvo precedida en Granada de abundantes liturgias y rezos contra la ampliación de la ley del aborto y de raras premoniciones. La diputada socialista Carmen Molina recordó con suspicacia a Franco, y al delegado del Gobierno de la Junta de Andalucía, Jesús Quero, le vinieron a la memoria las solemnidades del nacional-catolicismo. Entonces floreció el proyectil. Las asociaciones de mujeres de la ciudad se contentaron con replicar a los oficios religiosos con una ofrenda civil ante la estatua de Mariana Pineda, pero a causa de ese aire enrarecido, de otra época, una de ellas tomó a un grupo de ancianos que hacía cola pacientemente ante una agencia para lograr un viaje a costa del Inserso por un comando antiabortista. ¡Qué raras alucinaciones, qué frutos envenenados! Lo más aconsejable es ahuyentar las volutas del pasado. En este sentido Julio Gómez Pomar, director de la Tesorería del Ministerio de Trabajo, y José de Haro, director de Aseguramiento y Financiación de la Junta, espantaron ayer una reliquia del pasado: la cartilla de la Seguridad Social. No es broma. La Administración no ha corregido hasta hace poco el escalafón de los documentos de identidad, según las diferencias sociales. Las clases modestas en general eran reconocidas mediante cartones y cartillas -cartón de pobre, cartilla de paro, de racionamiento- y las afortunadas con tarjetas plastificadas. Produce satisfacción que a partir de ahora los pacientes de Granada, como antes los de otras provincias, puedan padecer sus dolencias y aguardar en la lista de espera de los hospitales no con esas dos innobles hojitas amarillentas con la filiación escrita a máquina sino con auténticas tarjetas de lustre.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.