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Reportaje:

Londres espía al Bundesbank

Un ex agente del MI6 dice que el Reino Unido tiene un 'topo' en el núcleo de la economía alemana

Isabel Ferrer

Cuando el presidente norteamericano Harry Truman le dijo a Josif Stalin en Potsdam que había probado una poderosa y destructiva nueva arma, el líder soviético agradeció la confidencia sin pestañear. Tan estoica fue su reacción que los consejeros estadounidenses creyeron que no se habían entendido. Varios años después descubrieron las razones del mutismo. Gracias a sus espías, la Unión Soviética lo sabía todo del Proyecto Manhattan, dedicado a la investigación nuclear.Concluida la guerra fría, el espionaje económico ha sustituido al político incluso entre países que ya no son enemigos. Richard Tomlinson, informador británico de los servicios secretos exteriores (MI6), renegado y huido ahora a Suiza, acaba de dar una prueba de los cambios operados en su antiguo empleo. El Reino Unido, asegura, tiene infiltrado un topo en el Bundesbank y le paga fortunas para averiguar la postura alemana ante el Tratado de Maastricht o las fluctuaciones del marco.

La Operación Orcada encubre, según él, a un alto funcionario del banco de origen germano. El mismo llevaría 12 años vendiendo secretos financieros a Londres. Movido por su afán de lucro, habría proporcionado datos de vital importancia a un Reino Unido deseoso de adelantarse a las decisiones alemanas relativas a la Unión Europea. Dada su condición de fugitivo, Tomlinson ha hecho sus revelaciones por carta y a través del medio de moda, Internet. La misiva fue remitida al comité parlamentario británico especializado en seguridad. En la red informática incluyó el detallado recuento de las actividades del supuesto espía. En recuerdo tal vez de sus días de incógnito, acudió a un café de Ginebra con ordenadores abiertos al público y depositó allí su controvertida carga. Dos periodistas locales lo leyeron y ayer lo recogió el dominical británico The Sunday Times.

Tomlinson, que baraja la posibilidad de pedir asilo en Suiza, afirma incluso que Francia era otro país señalado por el MI6 para ser espiado. Los secretos militares debían ocupar esta vez a los remozados herederos del mítico y cinematográfico James Bond. "Orcada es uno de los agentes mejor pagados por quebrantar las leyes alemanas. Me parece amoral", afirma el agente escapado. Desde que abandonara su país en julio pasado, después de permanecer seis meses en la cárcel por revelar secretos oficiales, filtra su agenda particular con cuentagotas.

Desde que viajara a Suiza, además, sus principios y amargura parecen haber aumentado de forma pareja. "El espionaje económico es ilegal en virtud de las leyes comunitarias. Vender los secretos de un aliado ni siquiera es un gesto aprobado por el Parlamento británico", clama. Olvida Tomlinson que una de las principales tareas del MI6 es justamente "proteger el bienestar económico del Reino Unido". Concluida la guerra fría, ni siquiera sus desesperados jefes negarían que la pugna entre las naciones europeas se libra en el frente financiero. Un colega del polémico Tomlinson ha asegurado asimismo que los secretos económicos franceses ocuparon en su día a funcionarios británicos. En su libro Spycatcher, Peter Wright, que fuera director adjunto del servicio de espionaje interno (MI5), afirma que el Reino Unido instaló micrófonos en la Embajada francesa en la capital británica. Una vez más, se trataba de saber la opinión de sus ocupantes acerca del mercado comunitario.

A principios del año en curso, dos antiguos ministros de Exteriores, Owen y Hurd, admitieron ante la BBC que miembros del MI6 habían espiado a los socios europeos de Londres. Robin Cook, actual titular laborista de la misma cartera, ha declinado cualquier comentario al respecto. Pero aún hay más.

La suerte de Richard Tomlinson, que ha cambiado los trajes de marca y el pelo bien recortado por media melena, perilla y vistosas camisas, no está aún echada. David Shayler, ex empleado del MI5, afronta peores momentos. Pendiente de extradición en Francia, asegura que el MI6 participó en un plan para matar al líder libio Muammar el Gaddafi. Como es lógico, Asuntos Exteriores lo niega. Ambos espías debieron ir algo más al cine en sus ratos libres. Como todo buen aficionado sabe, el informador caído deja siempre de existir.

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