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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Candor y talento

Hay formas de elevación del ingenio al talento que requieren en quien las conquista un, paradójico pero imprescindible, candor. Un recio candor. Basta observar de cerca durante un rato a Steven Spielberg para encarar la evidencia de que ofrece a quien le observa el rostro de la auténtica, la no fingida, ingenuidad.Hay una forma aguda de talento que procede de la persistencia en el adulto del adolescente. Es el que movía el asombro de Thomas Alvah Edison y le hacía deducir de ese su asombro tan asombrosas configuraciones como la bujía eléctrica; y es el que mueve la voracidad de la mirada de Spielberg y le permite hacer suyas en torrente las imágenes ajenas con que se identifica y, al digerirlas, las reinventa y, al reinventarlas, convierte su apoderamiento de algo ya creado en acto de creación. Hizo esta hazaña otras veces y vuelve a hacerla en Salvar al soldado Ryan, extraordinaria película donde eleva su ingenio a genio.

Salvar al soldado Ryan

Dirección: Steven Spielberg. Intérpretes: Tom Hanks, Edward Burns, Tom Sizemore. Guionista: Robert Rodat. Fotografía: Janusz Kaminski. Música: John Williams. Vestuario: Joanna Johnston. Estreno en Madrid, consultar cartelera

Cuanto dice en Salvar al soldado Ryan está dicho, cuanto representa ha sido representado.

No se qué indocumentado crítico de la modernez neoyorquina escribió que Spielberg crea aquí de la nada el cine bélico antibelicista. Endeble candor el que dicta este despropósito, porque en su bocamanga, el cineasta esconde un almacén de portentos de la imagen colérica del viejo cine guerrero enemigo de la guerra, como son las tomas de primera línea del desembarco de Normandía por Robert Capa.; el abismo de las trincheras indagadas por Anthony Mann en la película La colina de los diablos de acero; el horror de una resistencia focal sin retroceso, llevada al límite del espanto por Bernhardt Wicki en El puente; la bestial mecánica del trazado de la emboscada urbana en que nos hunde Stanley Kubrick en La chaqueta metálica; el pozo sin fondo de la refriega entre un pelotón de fusileros y una avanzadilla panzer que clavó Robert Aldrich en Ataque; la brújula del extravío de la conciencia del niño combatiente en que penetró la cámara de Elem Klimov en Masacre.

Estos, y otros muchos, son modelos absorbidos al pie de la letra por Soldado Ryan. Y esa literalidad no es plagiaria, porque el recio candor de la esponja de cinemateca que es Spielberg absorbe el jugo de todos esos modelos y los reordena en una mirada inédita, transparente, llena de la sinceridad y de la inocencia que brotaban incontenibles del viejo cine fundacional de que se alimenta el cine altamente evolucionado de este superdotado director.

Retroceso

Y es en su vertiginoso salto de retroceso (con toda la sofisticación tecnológica actual metida en la mochila) al cine primordial, donde el candor de la mirada de Sipelberg se hace recia plenitud, sabiduría, y evoluciona en paradoja hacia atrás, hacia las fuentes del contagio lírico y de la sentimentalidad desatada, y de ellas deduce cine de guerra antiguerrero recién nacido, lleno de una vivísima, exacta, enérgica e inédita frescura.Spielberg recupera la envoltura de fraternidad que creó el cine clásico primordial, esa que mete en una estancia común e inunda en un mismo llanto sensibilidades y estados de conciencia divergentes, opuestos incluso, que aúnan al crédulo y al colmillo retorcido, al cultivado y al analfabeto, al niño y al abuelo.

La recia mirada candorosa de este gran hombre de cine aprieta en dos horas y media décadas de esfuerzo imaginario colectivo. Y el puño cerrado en que Spielberg atrapa la esencia el cine bélico antibelicista, y la hace nuestra, es en su conmovedor relato, signo de conversión del candor en astucia y del ingenio en genial galvanización de un reparto del que tira Tom Hanks pero ante el que sería una caida en lo impreciso distinguir a alguien sobre alguien, ya que todas las presencias se vacían allí dentro del hueco de tiempo que conforman, en que se mueven y desde el que conmueven con su nueva exploración del viejo itinerario emocional de una negacion de la guerra hecha desde las sucias tripas de la guerra.

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