Comida y televisión
El debate sobre la responsabilidad de los medios de comunicación a la hora de transmitir imágenes violentas ha estado siempre presente en la prensa, pero parece haber tomado más intensidad durante algunos días en las páginas de EL PAÍS. El 4 de septiembre, un lector nos relataba que un día "estaba comiendo y viendo la tele. Como las noticias me estaban revolviendo el estómago, decidí poner La2 para ver los dibujos..." y llevarse la sorpresa ingrata de que en los dibujos sale un símbolo nazi. Dos días más tarde, otro lector se queja preguntándose directamente: "¿Cómo me pueden ofrecer a la hora de la comida una escena de estas características?". El mismo día, el Defensor del Lector sale en defensa del derecho y del deber de los periodistas a informar, diciendo: "Incluso en el supuesto de sociedades tan satisfechas de sí mismas que rehuyeran este tipo de información por temor a ver su tranquilidad comprometida o a que se le corte la digestión, el periodista no podría dejar de informar de lo doloroso que sucede en el mundo".Me sorprende que en este tipo de discusiones a nadie se le ocurriera cuestionar no sólo el contenido de lo que sale en la pantalla, sino la misma costumbre de compaginar dos actividades tan incompatibles como comer y mirar la tele. Mirando a mi alrededor veo que este hábito, histórica-
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mente muy reciente, está privando a una gran parte de la población (y a las generaciones más jóvenes casi enteramente) de la posibilidad de disfrutar de la comida sin cortes de digestión inesperados o de aprovechar estos momentos de la convivencia (en muchas familias, los únicos que reúnen a los miembros de la misma) para fomentar el contacto humano y para compartir.
Sin quitarle importancia a la discusión arriba mencionada sobre la ética profesional periodística, quisiera recordarles a todos que los televisores llevan incorporada la posibilidad de conectarlos o apagarlos. Usar esta posibilidad no sólo es un derecho de cada uno, sino que, teniendo en cuenta nuestra responsabilidad adulta con los niños, es a veces lo éticamente más correcto.-
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