La España real
Sucedió en Madrid, calle de María de Molina. Yo había acudido a entrevistar a una Lola Flores en el apogeo del arte, el éxito y la gloria, antes de que la tragedia se empeñase en visitar aquella casa. Nos dio un buen plantón al fotógrafo y a mí, de modo que tuve tiempo de contemplar a mis anchas el inmenso salón y su no menos espacioso mirador, la librería abigarrada de obras lustrosas, de ésas que caracterizan las casas donde no se lee. La capilla, con su Virgen. El piano, sobre el que reposaba un bastón de ébano y plata. La foto de Franco, agradeciendo su actuación en El Pardo el 18 de julio de 1962. La de José María Pemán, quien había pergeñado al pie la conocida estrofa: "Torbellino de colores, no hay en el viento una flor que el viento mueva mejor que se mueve Lola Flores". La de García Sanchís, dedicada a "Lola, que es la leona y la paloma de España". La de Yul Brynner: "To my dearest Lola and my brother Antonio, from the bottom of my heart, my admiration, respect and warmest affection". Y luego apareció ella en vivo y en directo, "hermosa y anarquista, vestida de rojo y con negro pañuelo al cuello" -según escribí a la sazón-, nos preguntó qué queríamos tomar y desapareció media hora larga. A su regreso quiso saber si las fotos serían en color, y cuando el fotógrafo osó afirmar que, bueno, en blanco y negro, nos echó una vehemente bronca, reprochándonos nuestra supuesta intención de hacerle perder el tiempo y acusándonos de darle más espacio "a cualquier niña desconocida que viene de cualquier país...".Yo hice una contraescena, ella se amansó, charlamos muy largo y tendido, me confesó que "su marido era el primero en rumbas flamencas", que su hija Loli quería ser actriz; Rosario, Lola Flores, y Antonio, entonces con nueve años, "es más loco y no sabe todavía lo que quiere". Me habló del ama Dioni, que les había dado a los niños el calor de hogar que necesitaban, de la tata, la prima y la doncella que le acompañaban en sus viajes, de Carmen Sevilla, Celia Gámez, Concha Piquer, Vizcaíno Casas, Rosa Morena, Mari Trini, La Strai (que resultó ser Concha Márquez Piquer, clavadita, en su opinión, a Barbra Streissand), y de su propia edad, que trucó. Al final me pediría la pobre "doscientos perdones por lo de antes" y tal y tal.
La verdad es que yo no había acudido a aquella palaciega mansión con prejuicio alguno hacia la canción española, la copla andaluza o como quiera que prefiramos definir hoy el género escénico que -junto a la revista, más efímera- dominó la larguísima posguerra española. ¿Cómo hubiera podido preferir a una anónima niñata rubia y extranjera, si la primera canción que me aprendí entera, a los siete años, fue Mi jaca? ¿Cómo, si comparto el sentir de Manuel Machado cuando escribe "a todos nos han cantao, en una noche de juerga, coplas que nos han matao?". ¡Y tanto!
Pero ellos, Lola y Carmen, Paquita y Juana, Marifé y Manolo, sí que estaban un poco escamados y bastante a la defensiva. Ya habían llegado los Beatles, y hasta se habían escindido. Ya había habido en el 68 una increíble (sobre todo en el 98) rebelión juvenil pronto acallada por un establishment al que, de hecho, ellos pertenecían en cuerpo y alma. Y muchos, muchos jóvenes españoles pensaban, en efecto, que "la bonita zambra que lleva por título...", cual solían decir los locutores de antaño, era una antigualla.
Y a lo que iba: acaba de clausurarse hace poco la nefasta programación veraniega de las múltiples televisiones españolas y los mejor dotados para la supervivencia ya disfrutan de la nefasta programación otoñal. Mirando hacia atrás con grandes dosis de ira resulta difícil, aunque no se haya practicado el voyeurismo, no proferir aullidos de terror ante algunas de las imágenes que se colaron en nuestra mente. Aquella "canción española", casi siempre en versión refrito recalentado, lo ha llenado todo. Aplaudidas por viejos, maduros y jóvenes en los platós y los hogares, las admirables folclóricas de nuestras entretelas, denostadas por la juventud hace 25 años, triunfan hoy en la tele, aunque sea a título póstumo. ¿Qué significa esto? ¿Hacia dónde caminamos? ¿Qué cultura, qué luz, qué fuego interior, qué divina impaciencia ha insuflado a los españoles la democracia? Nuestro madrileño Jesús el Pobre ya es rico, ¿cuál es, Señor, la España real?
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