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Litros de gasolina y botellas de whisky

En la actualidad sigue habiendo apuestas entre los científicos más importantes: William Phillips, que obtuvo el Premio Nobel compartido en 1997, ha apostado 100 dólares (14.500 pesetas) más los intereses sobre si aparecerán o no sorpresas inexplicadas en la física del microcosmos cuántico en algún momento dado durante los próximos 50 años.En su apuesta con Benjamin Bederson, Phillips dijo que el apostó por sorpresas mayores que una nueva partícula o una nueva fuerza, "pero me encantaría estar equivocado".Una indiferencia igual de elevada marca la maraña de apuestas que ha hecho el cosmólogo Stephen W. Hawking. Las apuestas, varias de ellas con Kip Thorne y con John Preskill, a menudo están relacionadas con las propiedades de los agujeros negros. Esta seriedad no siempre se refleja en las apuestas: Thorne ganó una suscripción a la revista Penthouse en una apuesta con Hawking. En algún caso, el perdedor establa obligado a reconocer su derrota en la inscripción de una camiseta.

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Y es frecuente que se apuesten bebidas alcohólicas de las caras. Puede que Walker Baade, astrónomo, fuera el que inició esta tradición en los años cincuenta. Baade se apostó con Rudolph Minkowski una botella de whisky y la perdió a que una galaxia de extraña apariencia, que emitía en radio, era en realidad una colisión de un par de galaxias. Por su parte, James Peebles es el árbitro de una apuesta sobre el valor de la constante de Hubble, que describe la tasa de expansión del universo. Las apuestas: una caja de whisky escocés.

Cuando estaba acabando la crisis del petróleo, hace unos 20 años, Frank Shu se apostó con George Djorgovski cerca de 400 litros de gasolina, a que en enero del 2001 los teóricos habrán determinado el valor de varios parámetros cósmicos cruciales con una precisión de hasta un 20%. Uno de ellos es la densidad de la masa de todo el universo, que sigue siendo un número muy controvertido. Dada la escasez de petróleo, Shu y Djorgovski estipularon que, en caso de que no quedara nada para el 2001, se sustituiría por la misma cantidad de un buen vino.

Djorgovski dice que hay al menos una buena razón para las apuestas. El sistema que concede los premios científicos oficiales "por lo general recompensa a gente mayor por lo que han hecho Dios sabe cuándo", dice. Y añade: "Estaría muy bien que hubiera un sistema que premiara rápidamente los grandes hallazgos. Quizá hacer apuestas sea un forma sencilla de hacerlo".

Las apuestas también pueden servir como táctica de despiste. Cuando Mel Schwartz oyó rumores de que Samuel C.C. Ting, luego premio Nobel, había descubierto una importante partícula subatómica. habló con él, pero Ting, que quería hacer más comprobaciones, lo negó tajantemente y aceptó una apuesta de 10 dólares. La pagó dos meses más tarde cuando anunció su hallazgo.

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