Colores no tan fervientes
,La variedad cromática de las traineras procede de una quimera. Si hoy Orio luce el amarillo en sus camisetas, San Pedro el morado y Hondarribia el verde puede deberse a la casualidad, a una caprichosa elección o quién sabe... La ferviente identificación con los colores de la tripulación es reciente porque la memoria histórica nos devuelve a otros escenarios distintos. Hoy los colores son sagrados y, en cambio, hace 100 años no existían como distintivo de las traineras. Y a comienzos de siglo, para asombro de muchos, llevar la divisa roja, azul o amarilla era una anécdota. En los albores del remo, las fotografías de la época captaron a los remeros vestidos con pantalón negro, camisa blanca y una boina. El único distintivo de las traineras quedaba reducido entonces a una bandera triangular de pequeñas dimensiones sujeta a una estaca y colocada en la proa de la embarcación. Así sucedió hasta el año 1920 aproximadamente, como queda retratado, por ejemplo, en la célebre ciaboga de "Kiriko", el magistral patrón de San Sebastián durante muchos años. La dificultades para diferenciar una embarcación de otra desde la posición que ocupaba el público en tierra exigían la modificación del reglamento de las regatas, de tal suerte que en el articulado se añadió la camiseta de color que sería suministrada por el Ayuntamiento. Coincidencias La novedad proporcionó curiosas coincidencias que varias décadas después producen sonrojo, porque San Pedro vistió de rosa los años 1927 y 1932, de la misma forma que San Juan lo hizo de morado o Fuenterrabía de marrón. La coloración de la vestimenta era secundaria. El intercambio de los colores se producía también con los botes. Este ritual era preceptivo hasta la posguerra. En 1940 se asigna para siempre un color a cada trainera. Desde entonces Fuenterrabía luce el verde, Orio el amarillo, Santurtzi y San Pedro el morado, San Juan el rosa... Ahora bien, ¿por qué este color y no aquél? La incógnita está aún por despejar y permanece como un misterio del que no existe ningún vestigio aclaratorio. Una versión, que quedará como una leyenda para siempre, defiende que Orio se inclinó por el amarillo porque su traducción al euskera es oria, lo cual tiene una lógica. Otra interpretación sostiene que Fuenterrabía se encamisó la verde porque todos los vaporcitos de su puerto eran y son de ese color.
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