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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Amenaza de recesión

EXPLICAR LA crisis financiera actual como una mera corrección de excesos de valoración de los activos de renta variable es, a estas alturas, una ingenuidad. Aunque las cotizaciones de las bolsas mundiales retornaran rápidamente a los niveles expansivos anteriores, en modo alguno implicaría tal retorno la recuperación de las constantes vitales que caracterizaban a las principales economías hace unos meses. Esa purga financiera tendrá efectos secundarios claros sobre el crecimiento de la economía mundial. Éste es el principal asunto que debe ocupar la agenda del Grupo de los Siete prevista para mañana, lunes.Si cabía alguna duda acerca del epicentro de esta crisis, los datos conocidos ayer sobre el crecimiento de la economía japonesa habrán contribuido a despejarla. El descenso del PIB por tercer trimestre consecutivo, algo que no ocurría desde la II Guerra Mundial, confirmó el diagnóstico recesivo de la segunda economía más importante del mundo: entre abril y junio pasados, el ritmo interanual de crecimiento descendió el 3,3%. Sobre esa evidencia, la propia agencia de planificación económica japonesa descarta ya el cumplimiento de ese objetivo de crecimiento del 1,9%, que el Gobierno había asumido para el ejercicio fiscal que concluye el próximo marzo.

La recuperación de las economías del sureste asiático seguirá encontrando así serias dificultades. Las amenazas de recesión se extienden a la hasta ahora preservada economía china y pueden contaminar al conjunto de las economías emergentes. El vínculo causal entre la recesión japonesa y la contaminación a China y al resto de las economías emergentes sigue siendo la vinculación más relevante que encuentran los mercados financieros para producir ese crash por entregas de las bolsas y en el correlativo ajuste de los mercados de divisas, situando a las monedas de algunas economías latinoamericanas al borde de la devaluación.

Los efectos de esa gangrena apenas se han manifestado en Europa, en particular en el área euro, pero la capacidad de inmunización en la zona es cada día menor. La ventaja de unas relaciones comerciales escasas con los países donde se originó la crisis queda anulada por un impacto en los mercados bursátiles que está siendo más severo en las últimas semanas, especialmente en Italia y España. La incertidumbre y la desconfianza empiezan a extenderse en el continente. Ambos efectos influirán en las decisiones de gasto de las familias, y más tarde, en las de las empresas, condicionando los ingresos públicos y en el cabal cumplimiento de los objetivos de la mayoría de los Gobiernos, en especial de aquellos que, como el español, siguen considerando que lo que ocurre en la economía mundial no les afecta.

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El presidente del Banco Central Europeo, Win Duisemberg, acaba de reconocer que la crisis todavía abierta contribuirá a la desaceleración del crecimiento en Europa y, por tanto, a un cierto enfriamiento de la economía. Si continúa la reciente apreciación del dólar podrá reforzar ambos efectos y, de paso, descubrir las debilidades competitivas de aquellas economías con tasas de inflación relativamente superiores. La significación para España es igualmente relevante en este punto, dada la influencia favorable que en el pasado tuvo la apreciación de la moneda norteamericana sobre el dinamismo de nuestras exportaciones y, en todo caso, las resistencias a la baja que nuevamente ha vuelto a mostrar nuestra tasa de inflación. Los vientos que hasta hace pocos meses impulsaron un rumbo favorable en la economía española han cambiado, y bueno sería que sus responsables dejaran de confiar exclusivamente en el piloto automático que hasta ahora la ha conducido.

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