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Crítica:X BIENAL DE ARTE FLAMENCO.
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Morente tardó en encontrar el norte

Así son las cosas del flamenco. Sé positivamente que Enrique Morente tiene con Sevilla una relación muy especial, y que triunfar en Sevilla es para él algo absolutamente prioritario. Sin embargo, esta noche faltó poco para que todo se echara a perder.

Hizo una primera parte insólitamente convencional en él. Cantes apagados, como si el cantaor los estuviera haciendo un tanto desganado y con el solo propósito de cubrir un trámite. Incluso las letras eran de las más manidas, lo que no deja de sorprender en un cantaor que siempre se ha caracterizado por su inconformismo con los caminos trillados.

Pero evidentemente el cuerpo no le pedía demasiadas sutilezas a Morente. Cantaba premioso en ocasiones —por ejemplo, el remate por tangos de los tientos, a mil por hora y embarullado—, e incluso no siempre anduvo bien avenido con la guitarra. Hizo esa primera parte con el solo acompañamiento de Montoyita, quien tampoco estaba muy fino.

Poema del Cante Jondo

EE UU, 1971 (98 m.). Dir.: Paul Bogart. Int.: James Garner, Lou Gosset, Susan Clark, Brenda Sykes.

Cante: Enrique Morente

Toque: Montoyita y Paquete Porrina. Percusión: Bandolero. Coros y son: Antonio Carbonell y Negri.

Morente es uno de esos artistas a quienes siempre se exige lo máximo. Una voz del público se oyó diáfana: "¿Enrique, canta sin marketing?" El cantaor no sabia ciertamente lo que querían decirle, pero reaccionó de la peor manera que puede hacerlo un artista: "¡Pero qué tonto eres!" Después pediría perdón.

Pero quizás ese incidente le sirvió de revulsivo, pues a partir de entonces fue levantando el tono de su cante, y al final de la primera parte, cuando cantó soleares y siguiriyas, era ya el gran Morente de las noches importantes. Con sus quiebros de voz, con sus juegos de entonaciones, con ese magisterio incomparable en el dominio de los estilos de cante que siempre llevan acentos personales e intransferibles. En la segunda parte, con el grupo completo —¡qué espléndido recital de son, palmas y pitos fundamentalmente, le hicieron Carboneli y Negri en algunos temas!—, se entregó ya casi en exclusiva a los versos lorquianos y el cantaor sacó su brillante lucerío interpretativo de la obra de un poeta al que ama más que a ningún otro.

Este sí fue el Enrique Morente que hoy encarna lo más arriesgado, inventivo y avanzado del cante, y que aún en horas bajas, como pudo ser el inicio de este recital, interesa y apasiona.

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