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El canciller hace campaña en casa

Helmut Kohl vaticina otro medio siglo de estabilidad gracias ala implantación del euro

Pilar Bonet

Helmut Kohl acudió el jueves a su ciudad natal de Ludwigshafen para pedir a sus paisanos que no se dejen "ofuscar" por las encuestas y den sus dos votos (el del mandato directo y el de la lista de partidos) a la Unión Cristiana Democrática (CDU). "No podemos regalar ni un solo voto", exclamó el canciller alemán desde el podio que se levantaba en un desangelado lugar que hoy se llama la plaza de Europa. Allí, los paisanos de Kohl le escuchaban sin mostrar pasión. Ni los aplausos que surgían de una multitud de varios miles de personas eran extraordinarios, ni los pitidos que profería un sector alejado del escenario eran escandalosos. La plaza estaba llena y en el mensaje que Kohl repetía por segunda vez durante la tarde había cierto deje de cansancio.Kohl llegó a Ludwigshafen a los ocho de la tarde, procedente de la ciudad de Tréveris, en una de cuyas plazas había pronunciado un discurso pocas horas antes. "El canciller ha intervenido ya unas 70 veces en la calle durante la campaña", calculaba uno de los responsables de prensa de la CDU. Hablar a la gente en las plazas de las ciudades es parte del estilo de Helmut Kohl. Su rival, el socialdemócrata, Gerhard Schröder, prefiere otra escenografía: estadios, palacios de deporte y aforos más amplios y asépticos.

"Es importante pararse y pensar de dónde venimos para saber hacia dónde vamos", manifestó el canciller, quien dividió el siglo en dos mitades: la primera -la catastrófica- está jalonada por dos guerras mundiales y dos devaluaciones; la segunda -la del éxito- por el marco, la estabilidad y la transformación de Alemania en un país respetado en el mundo. Y como perspectiva, Kohl vaticinó otro medio siglo de estabilidad con el euro por delante.

El canciller dijo sentirse contento de estar en "casa". Hasta el día de hoy, ha conservado sus vínculos con su patria chica, y no sólo en los gustos culinarios. Kohl ganó un escaño directo en el Bundestag (el Parlamento federal alemán) en 1994 como representante de un distrito de Ludwigshafen. Una encuesta publicada por el semanario Stern indicaba que sólo el 17% de habitantes de esta ciudad sabían que Kohl es representante directo de un distrito allí, y el canciller se refería ayer también a estas encuestas cuando pidió a sus paisanos que no se dejen "ofuscar".

Para demostrar que estaba realmente en su casa, Kohl pronunció unas frases en el dialecto local del Palatinado. El canciller, que ha batido el récord de permanencia en el poder en la República Federal de Alemania, nació en Ludwigshafen en 1930, en la familia de un funcionario católico que nunca quiso tener nada que ver con el nacional-socialismo. En Ludwigshafen, Kohl recibió su primer reloj de pulsera al hacer la primera comunión, vio cómo comenzaba la Segunda Guerra Mundial y fue miembro de una brigada de bomberos que apagaba los incendios causados por las bombas. En la gigantesca fábrica de la empresa BASF, Kohl trabajó temporalmente para ganarse un dinero extra. La BASF, fundada en 1865, conserva hasta hoy la cultura colectivista-paternalista de la gran industria alemana y da trabajo a más de 40.000 personas (de las 165.000 que residen en Ludwigshafen). Aquí, en el barrio periférico de Oggersheim, está hoy la residencia particular de Helmut y Hannelore Kohl, un edificio sin ninguna suntuosidad, que da directamente a la calle, y que sólo se distingue de sus vecinos por el puesto de policía cercano.

Dos pancartas colocadas al lado del escenario mostraban el rostro del canciller y el lema principal de su campaña: "Una categoría internacional para Alemania". Estos méritos, sin embargo, eran relativizados por el político local que presentaba el acto. Desde una perspectiva cristiano-demócrata de provincias, lo más importante que ha hecho Kohl por su tierra natal es haber roto con la hegemonía socialdemócrata en la localidad, al haber vencido en las elecciones por un mandato directo en 1990, y haber repetido la proeza en 1994. La CDU consiguió un 40,9% de los votos y el SPD (Partido Socialdemócrata) el 40,8% en las elecciones al Parlamento Federal en 1994. "Fue sensacional", afirmó el presentador. "Y esperamos que lo consiga una tercera vez", apostilló. En las elecciones al Parlamento regional de 1996, el SPD logró un 41,6% y la CDU, un 34,8%.

En un extremo de la plaza, junto con las pancartas de la CDU, alguien había enarbolado una consigna hostil y de vez en cuando un pequeño coro entonaba el lema de la oposición: "Kohl muss weg" (Kohl debe marcharse). El canciller concentró sus argumentos en los temas habituales. Según él, la CDU es el partido del centro, mientras la oposición socialdemócrata colabora con los ex comunistas de la ex República Democrática Alemana y empaña así su herencia socialdemócrata de una forma "vergonzosa". La recuperación económica ha comenzado ya, y el paro se reducirá por debajo de los cuatro millones este mismo año, dijo Kohl, quien criticó la supuesta falta de solidaridad de Schröder con el desarrollo económico en el Este de Alemania, acusó a los socialdemócratas de torpedear la reforma fiscal en el Parlamento y de falta de realismo en su plan para abolir la reforma de las pensiones.

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No faltó la dimensión internacional. En Tréveris, flanqueado por su amigo el jefe del Gobierno de Luxemburgo, Jean Claude Juncker, Kohl ensalzó el euro y el proyecto europeo, y tanto ahí como en Ludwigshafen, Kohl se refirió al peligro que la desestabilización de Rusia supondría para Alemania y, de pasada, dibujó un escenario de pesadilla: la posibilidad de que Rusia emprendiera un retorno al pasado, que obligara a considerar de nuevo la instalación de armas nucleares en territorio alemán. Para el veterano estadista, la imagen, más que un escenario posible, era otra forma de transmitir a los suyos el mensaje que le había llevado a su ciudad natal: "No podemos regalar ni un solo voto".

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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