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Acaba la globalización poscomunista

El mundo de la posguerra fría terminó la semana pasada. Hemos vivido en él con comodidad y complacencia durante casi un decenio. Paz y prosperidad parecían aseguradas, con los mercados y la tecnología triunfante y el dominio de Estados Unidos asegurado. Pero la crisis de Rusia puede marcar el punto más alto en la era de la globalización y el paso a un mundo considerablemente menos favorable a los intereses y valores de EE UU. No sin sentido, la globalización termina allá donde había empezado: en Moscú. Fue el colapso de la URSS, el descrédito del socialismo y la liberación de Europa del Este lo que llevó a unos y otros países a aceptar, incluso a abrazar, a la única superpotencia superviviente, a la única ideología superviviente, la democracia y el capitalismo. Y Rusia ha sido el primer país grande en abandonar este modelo, instaurando controles estatales en su economía y cayendo en una trasnochada oligarquía de ecos latinoamericanos, formada por políticos y hombres de negocios. (...) Si el experimento ruso con el modelo occidental fracasa, los esfuerzos de reforma pueden naufragar también en otros países. (...) Y en lugar de habitar un mundo de creciente riqueza y estabilidad en el que la guerra resultara un absurdo, bien podemos regresar a un mundo en que las naciones de Occidente se debatan como islas de prosperidad en medio de un mar de pobreza y turbulencia. (...)

, 6 de septiembre

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