Júbilo
Querida Manolina Malasaña:Soy Velarde, el de la estatua de la plaza del Dos de Mayo. Mi compañero Daoiz se encuentra impresentable en este momento. Anoche agarró una pítima de las que hacen época. No es que sea un borracho, en absoluto. Pero cuando le acosa la melancolía se camufla de madrugada en los bares del barrio y vuelve hecho una pena. En esta ocasión está triste porque se despidió ayer de Julia y Félix, que se han jubilado y marchan a su pueblo, Santa Cruz de la Zarza (Toledo). Esta carta es una instancia, señorita. Estoy seguro de que Daoiz, cuando escape de la turca, dará el visto bueno al escrito. De lo contrario, le parto las piernas.
Se trata de Julia Lázaro y Félix de la Vara. Ella ha sido portera 50 años en un inmueble de Malasaña donde están ubicados tres bares con historia: el Arco, el Sol de Mayo y La Rosa; él es albañil, pero entiende de todo y es sabio (su señora, más). Tienen una perrita muy chula, de carácter autoritario, como su padre, y más lista que la madre que la parió. Se llama, la muy perra, Linda Flor de Córdoba de la Vara Lázaro, aunque parezca mentira. Tras medio siglo soportando y amando a Madrid, Julia y Félix no han perdido la inocencia ni ese crepúsculo que me sabe a hierbabuena, tomillo y jara.
Señorita Malasaña, pretendo implicar a usted y a todas las estatuas de Madrid en un sueño justo, necesario y saludable: que a Julia y Félix les concedan las autoridades un beso, una emoción, un agradecimiento, una medalla, un suspiro, un jamás os olvidaremos, un pepito de ternura... y que alguien cante una copla que susurre: "Cuando yo sea joven, quiero ser como vosotros". Casi siempre se condecora a los potentados y a los artistas. La lección de dignidad, tolerancia, abnegación y humanidad que nos han dado Julia y Félix es potente, un arte entrañable.
Esta madrugada, para no llamar la atención, cargaron en una camioneta sus enseres y se fueron en silencio con un nudo en la garganta. Ya están en Santa Cruz jubilados y jubilosos. Julia, Félix, Linda: hasta luego.
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