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Reportaje:

Preparados para todo tipo de fuegos

Viven las 24 horas del día atados a un buscapersonas o teléfono móvil. Cuando suena, les avisa de una emergencia a cubrir: incendios forestales, industriales o urbanos, accidentes de tráfico y otras tragedias humanas. Son ciudadanos de a pie, con trabajos diversos -empresarios, médicos, paletas, payeses, técnicos electrónicos...- que les permiten vivir y alimentar a sus familias. Son los bomberos voluntarios, un colectivo de 2.045 integrantes repartidos en 80 parques de bomberos de la geografía catalana, según datos del Parlament. La suya es una vocación altruista que permite "servir al país". La recompensa es "moral". Los bomberos voluntarios son los grandes desconocidos. La mayoría está formada por ciudadanos con trabajos que nada tienen que ver con la extinción de los incendios, pero que dedican una parte de su tiempo a colaborar en la seguridad de los demás y en la protección del territorio. "Decides servir como bombero para ser útil a la comunidad", afirma Magí Coscollola, miembro del Consejo de Bomberos Voluntarios de Cataluña (Cobovoca ) y propietario de una tienda de electrónica. Todos tienen sus razones: "No sabría decir porqué exactamente, es como una especie de veneno. Adoptas un cierto compromiso con tu entorno porque de lo contrario sería un desastre", asegura Josep Casado, bombero de Begues (Baix Llobregat) y payés. Para Guillem Guarro, del parque de Capellades (Anoia) es como un "apostolado". Lo esencial es "servir a los demás", ser útil en un momento de necesidad. "Siempre he pensado que me podía pasar a mí", sentencia. Guarro fue concejal en su pueblo durante el primer Ayuntamiento democrático, pero lo dejó y optó por la labor de bombero voluntario. El servicio de atención a "los olvidados de la sociedad es más directo". Los bomberos voluntarios están todo el día pendientes de una llamada que puede enviarles a todo tipo de sucesos: incendios, accidentes, personas arrolladas por un tren o, incluso, "a rescatar un gato de un árbol", bromea Magí. Como recompensa, reciben 750 pesetas por hora de trabajo -que no incluye las miles de horas muertas que se pasan de guardia-, pero sobre todo se sienten útiles; y olvidan el miedo que sienten cada vez que suena el teléfono: "La heroicidad del bombero es esperar la llamada", sentencia Guarro. Cada salida de emergencia es distinta. Puede tratarse de cinco minutos o de una hora, aunque siempre se preparan para lo peor. En el incendio de Aguilar de Segarra (Bages), por ejemplo, trabajaron en turnos de 12 horas. "Más sería absurdo, porque no rindes y lo que interesa es la eficacia. ¿Cómo vas a ser eficaz si estás reventado?", indica Guarro. Hay ocasiones, sin embargo, en las que deben trabajar más por falta de personal, porque no todos tienen la misma dedicación. "A veces es difícil compaginar los dos trabajos", asegura Magí. Si son autónomos sólo dependen de sí mismos o de la familia. Pero si son asalariados, deben cumplir con unos horarios y, además, no todas las empresas valoran su función. "Sólo ven que dejas el trabajo", asegura Antoni Pérez, de 27 años, paleta y miembro del parque de Alcover (Alt Camp). Le gustaría que la Administración remunerara a las empresas que tuvieran entre sus asalariados a bomberos voluntarios, "como ocurre en Europa". El modelo de bombero voluntario implantado en Cataluña ha sido pionero en España, y muchas comunidades autónomas lo están aplicando. La idea era que en zonas desprotegidas y rurales se crearan redes de protección del territorio con equipos de voluntarios.No obstante, "ahora ya no somos el espejo donde se reflejan los demás", se lamentan. Casi todos se conocen y forman un colectivo unido. Eso pudo comprobarlo Antoni Pérez, del parque de Alcover, que hace unas semanas se encerró en el monasterio de Montserrat e inició una huelga de hambre. Recibió muchos apoyos. Exigía la restitución del jefe del parque de Torà -una de las poblaciones más afectadas por el incendio que arrasó 27.000 hectáreas en las Cataluña central-, expulsado por la Dirección General de Emergencias y Seguridad Civil de la Generalitat al rechazar desplazarse 100 kilómetros para extinguir un incendio: "Si nos vamos tan lejos no conseguimos nuestro objetivo porque abandonamos nuestra zona, llegamos tarde a la urgencia y perdemos eficacia", afirma Magí. "Conocemos el territorio y a las personas a las que damos auxilio. Si nos vamos, estamos perdidos".

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