En China con Marc Riboud
JOSU BILBAO FULLAONDO Las fotografías de Marc Riboud (Lyon, 1923) sobre China que se exponen estos días en el Aula de Cultura BBK de la calle Elcano de Bilbao complementan la oferta artística que sobre este país se está haciendo en Bilbao desde el Museo Guggenheim. Sin remontarse hasta el neolítico y partiendo de unas primeras tomas realizadas en 1957, nos encontramos con una civilización que ha sabido chinizar a sus conquistadores y que hoy, sin olvidar el pasado, se erige como una referencia de futuro. Las fotos de esta exposición dibujan con pulso firme aspectos de una historia que transcurre antes y después de la revolución cultural maoísta. Marc Riboud cuenta que su primer contacto con la fotografía fue a los ocho años. Paseaba en bicicleta y una moto con una pareja de enamorados paró a su lado. Le ofrecieron su cámara, se abrazaron y le indicaron apretase al disparador. Fue un momento de confusión donde venció el pudor. Sin mirarles, sin decir una palabra, devolvió el aparato y siguió su paseo. Nunca vio aquel retrato y tuvo que pasar mucho tiempo para que este gesto se convirtiera en el hábito de una profesión. Riboud nació en una familia de siete hermanos y su vida no fue ajena a la forma de mirar el mundo a través de su cámara. Recién cumplidos veinte años se enroló con la resistencia francesa y combatió en el maquis contra los nazis. Terminada la Segunda Guerra Mundial se hizo ingeniero, una faceta que no se despegaría jamás de la geometría de sus imágenes, ni de un ritmo visual marcado por su formalismo riguroso. En 1951 dejó la fábrica donde trabajaba y optó por lo que sería un nuevo compromiso: la fotografía. Viaja a EE UU y descubre nuevas facetas de su vocación. De vuelta a París, en 1954, le invitan a formar parte de la agencia Magnum. Conoce a Robert Capa, David Seymour y al resto de los fundadores de lo que se convirtió en una mítica cooperativa, un autentico clan compuesto por grandes personalidades. Mucho fue lo que aprendió con ellos. Hubo aplausos y reprimendas. Su máximo valedor, Henri Cartier-Bresson (Francia, 1908), fue quien criticó con más energía su tendencia a la foto aislada. Trataba de inducirle hacia la construcción de relatos gráficos más amplios. No tardaron en llegar. Con mirada monocular, como si de un cíclope se tratase, fue desvelando mundos desconocidos. No fue la sordidez de las guerras, ni las situaciones embarazosas lo que más le atrajo. Buscó momentos con los que expresar halos de ternura y solidaridad que invocaban sus arraigados sentimientos. África, India, la URSS, Oriente Próximo, o incluso en Vietnam, fueron lugares que fotografió. Sus imágenes dejan adivinar afecto por las gentes que muestran. Manifiestan una preocupación profunda por poner en relación al hombre con el medio que le envuelve y su necesidad de vivir un día en paz. Son reportajes cargados de humanismo, largamente preparados y estudiados, fruto de sus convicciones políticas que escapan al sensacionalismo comercial y evitan toques de exotismo banal. China de Norte a Sur. De 1957 a nuestros días. Es el recorrido que nos ofrece la muestra fotográfica que, coordinada para esta ocasión por el profesor Ramón Esparza, llega de un periplo por París, Londres, New York, Hong Kong y Pekín. Un original folleto desplegable y un espléndido catálogo, con prólogo del prestigioso periodista y escritor francés Jean Daniel, completan este despliegue gráfico. Iniciado el desfile, las escenas se suceden. Dos campesinas de Sichuan remueven con sus azadas la tierra de su huerto. Ante la bolsa de Shanghai se levanta un brazo especulador. La obrera con gorra, periódico y palillos en la mano, se contrapone en la página a la belleza de Gong Li, la actriz deseada que, después de romper numerosos tabús, no se aleja de su abuela campesina. Una concatenación de estampas donde nos enseñan la trasformación de un país lleno de contrastes que, en su larga marcha por el marxismo, ha culminado en un capitalismo de nuevo corte sin poder llegar nunca a sustraerse del enraizado legado de Confucio.
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