De los vigilantes
Soy un ciudadano madrileño que observa con preocupación los crecientes desmanes protagonizados por algunos vigilantes jurados, que carecen de la mínima sensibilidad para desempeñar la función que les ha sido encomendada.En todos los casos que he visto o de los que me he informado, sucede lo mismo.
En tales ocasiones, el vigilante se deja apoderar por una actitud visceral, pierde los estribos y rebasa el límite de la firmeza para adentrarse en el de la violencia.
Esto se debe a errores en la formación o en el temple de estos agentes, y revela una evidente falta de profesionalidad.
La tarea que tienen encomendada es de extraordinaria importancia, por su alcance social.
La policía ha abandonado muchos escenarios de seguridad que han pasado a ser ocupados por ejercientes de una profesión sin aún suficiente rodaje.
Además, al haber sido privatizadas estas funciones, es presumible que, en la formación de los futuros vigilantes, los aspectos sociales o públicos de sus tareas queden minimizados frente a puntos de vista más acordes con la privatización de sus tareas y sus cometidos de vigilancia de propiedades privadas.
Por ello, sugiero a quien corresponda que los profesionales de la seguridad sean sometidos periódicamente a exámenes o a cursos de contenido social. Pero creo que ello debiera hacerse de tal manera que los vigilantes no vean mermados sus ingresos, no sean gravados con sobreexcesos de horas de trabajo ni nada adverso, sino que esta formación permanente se integre dentro de la cuota de sus horas de trabajo remuneradas y de dedicación.
No estaría de más que las condiciones salariales, laborales y de vida de estos profesionales sean revisadas, de tal modo que no se vean sometidos a la arbitrariedad que, en ocasiones, sufren.
En cualquier caso, sus problemas salariales o laborales no deben repercutir en las actitudes crispadas o violentas de algunos de sus exponentes, porque eso sí que es una actitud de brutalidad. No estaría de más, tampoco, que, en vez de dar un sesgo represivo a sus tareas, le dieran una dimensión policial, de supervisión, de ayuda y de atención a los ciudadanos, como me consta que hay algunos de ellos que ya lo hacen.
En fin, creo que el asunto de los vigilantes jurados es de suficiente importancia como para que las autoridades se lo tomen muy en serio. Deben respetarse sus derechos, deben ejercer el sindicalismo, que está regido constitucionalmente, pero, sobre todo, han de demostrar hacia los ciudadanos un trato exquisito, que no está reñido con la firmeza en caso de que hayan de bregar con personas en extremo conflictivas o en situaciones de intoxicación etílica o de otro tipo.-
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