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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un centro de diseño

Superada la mitad de la legislatura y con la economía en lo más alto del ciclo, el partido del Gobierno no acaba sin embargo de despegar en las encuestas. Ése es el principal motivo del giro hacia el centro, o del discurso sobre el giro al centro, que de nuevo, y por enésima vez, ha anunciado, o enunciado, Aznar en este comienzo de temporada. El otro motivo se llama Borrell. La imagen ligeramente izquierdista del candidato socialista, antiguo secretario de Estado de Hacienda, ha inspirado a los estrategas del PP la idea de que tal vez podrían ganar, con ayuda de su reforma fiscal, la confianza de esa parte del electorado moderado que ha venido votando tradicionalmente a Felipe González, precisamente por su perfil centrista.La experiencia indica que los políticos profesionales tienden a hacer aquello que creen que les conviene, y hay motivos para pensar que al PP ahora le conviene dar una imagen más moderada. Por ello, no habría que descartar que esta vez intente seriamente una operación de ese tipo. No por una súbita conversión ideológica, sino porque algo tienen que inventar los estrategas a la vista de que ni en las peores condiciones para su rival consigue el PP romper el empate con el PSOE. Quienes desde este último partido ponen en duda que el PP sea capaz de girar al centro sobreestiman, sin saberlo, a la generación de políticos conservadores que hoy dirige el PP: si lo creen necesario para seguir gobernando, Aznar y sus fieles son perfectamente capaces de girar al centro o a donde haga falta. No serán las convicciones lo que les detenga. También el PSOE dio un giro a la moderación en vísperas de las elecciones de 1982, y lo acentuó una vez en el poder.

Es lógico, sin embargo, el escepticismo. Primero, porque Aznar ya llegó a la dirección del PP, en 1990, enarbolando la bandera del centrismo (un partido "moderado, centrado e independiente", según la fórmula de entonces). Si nueve años después se dispone a emprender viaje hacia el centro, ¿qué ha hecho durante estos años, dónde ha estado? Segundo, porque el centrismo es más una actitud de apertura ideológica que una ideología, y Aznar necesitará años para convencer a los no rendidos de antemano de que ya no es el dirigente fríamente sectario que ha sido, especialmente desde que perdió las elecciones de 1993.

De momento, la única prueba de la voluntad de cambio proporcionada por el presidente ha sido el cese del portavoz Rodríguez. Pero no puede decirse que éste fuera un político especialmente derechista, un ultraconservador. Lo que sí era Miguel Ángel Rodríguez es un portavoz que utilizaba sus comparecencias oficiales para crispar las relaciones con la oposición y que jugó un papel nefasto en el intento gubernamental de intervenir en los medios privados de comunicación. Queda la duda de saber si ese sectarismo -llevado hasta el ridículo con ocasión de unas declaraciones descalificatorias de Almunia difundidas mientras éste se entrevistaba con Aznar en La Moncloa- era un rasgo personal suyo o la expresión pública de lo que había oído en casa, a su jefe.

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Aznar ha sido hasta ahora un político muy sectario. Hace cinco años, cuando apenas habían transcurrido tres meses desde las elecciones que dieron su cuarto triunfo a González, inició el curso político con un discurso, en Castellón, en el que acusó al entonces presidente de "no tener más ambición que el poder" ni otra ideología que "el oportunismo", y a su Gobierno, de estar formado por "profesionales del engaño". Sobre todo, negó al presidente recién elegido "autoridad moral" para pedir sacrificios a la población ante la crisis económica que en ese momento afectaba severamente a todas las economías occidentales.

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