El escondite del pirata Dragut
Los 15 kilómetros de la costa de Cullera forman una bahía que bordea la montaña de norte a sur y consigue su máxima apertura en las proximidades de la desembocadura del río Júcar. Es, en el extremo conocido como la Punta de l"Illa, donde el contacto entre el mar y la montaña es mayor, hasta el punto de formar pequeños acantilados como el de la Isla de los Pensamientos y el de El Faro. Entre ambos se encuentra la playa de El Faro, de arena blanca y limpia. Durante el invierno el mar azota con violencia el cuerpo rocoso, pero en la época primaveral y estival se puede disfrutar de la tranquilidad de sus aguas y realizar dos de las prácticas deportivas más habituales en esta playa: el submarinismo y la pesca. Las construcciones se han tenido que adaptar al relieve abrupto del lugar con chalés y edificios de diversas alturas, comunicados por complicadas redes de carreteras que bordean la montaña de El Volcán. Antiguamente montaña y mar formaban un mismo relieve virgen de difícil acceso. Este fue el rincón que el pirata Dragut, discípulo de Aradino Barbarroja, eligió como escondite antes de atacar a los cristianos del poblado cullerense que le creían en la costa africana. Del asalto, que duró un día, se ha forjado toda una leyenda. Según relata Andrés Piles en su libro Historia de Cullera, 27 naves de todas clases bordearon el cabo de San Antonio y se ocultaron en la cala que forma el septentrión del cabo blanco enfrente del llano o playa de San Lorenzo. Cuando comenzaron a despuntar las primeras luces de la mañana, los barcos, capitaneados por el corsario, entraron por la desembocadura del Júcar y 600 soldados turcos atacaron por sorpresa el poblado. La mitificación del temido pirata ha llegado a nuestros días, hasta el punto de que una cueva ubicada en la montaña del faro conserva su nombre y fue utilizada como reclamo turístico en los años sesenta y setenta. En la actualidad, el Ayuntamiento tiene previsto instalar en la gruta un "museo de la piratería".
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