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50 años del gran legado de Balanchine

El New York City Ballet programa cien representaciones en homenaje a su fundador

El reciente fallecimiento del coreógrafo Jerome Robbins, figura clave del New York City Ballet, dará un toque más emotivo aún al 50º aniversario de esa histórica institución y escuela de danza, que se celebra a partir de este otoño y durante toda la próxima temporada. El programa de cien representaciones que ha diseñado su actual director, Peter Martins, incluye ciclos especiales dedicados a Jerome Robbins y al fundador de la compañía, el ruso George Balanchine (1904-1983), figura clave de la danza del siglo XX que revolucionó el panorama del ballet en Estados Unidos.

Jerome Robbins (el creador de West Side story y Fancy free, entre otros) murió el pasado 29 de julio en Nueva York, a los 79 años de edad, cuando el New York City Ballet, compañía de la que era coreógrafo fundador, ya tenía diseñado su programa del aniversario, incluyendo un ciclo especial dedicado a él y la première de su obra de 1965 Les noces.El 50º aniversario del New York City Ballet quedará así marcado por la sombra de Robbins, aunque lo que en realidad se conmemora es el medio siglo transcurrido desde la noche del 11 de octubre de 1948. Esa velada, la compañía creada por el emigrante ruso George Balanchine y el neoyorquino Lincoln Kirstein, que le había invitado a desplazarse a EEUU con la intención de revivir en América el espíritu del Ballet Imperial Ruso, ofreció su primer programa: Concerto barocco, Simphony in C y Orpheus. Esta misma selección se repetirá el próximo 24 de noviembre, ahora con estrellas de la actual formación, como Hélene Alexopoulos, Nikolaj Hübbe, Kyra Nichols o Damian Woetzel. Además, el ambicioso programa del aniversario incluye posteriormente El cascanueces, un ciclo dedicado a Balanchine y otro a Robbins, un festival de Stravinski y otro de Chaikovski, así como nuevas producciones de El lago de los cisnes y Sueño de una noche de verano, aparte de un repaso general por los primeros 50 años de un repertorio que Peter Martins define como "el mejor del mundo", y que, objetivamente, se trata, por lo menos, del más amplio.

En otro apartado, programado para la próxima primavera, el New York City Ballet presentará por primera vez una innovadora colaboración jazzística con el trompetista oficial del Lincoln Center, Wynton Marsalis, consistente en una obra original y un homenaje a Duke Ellington.

Símbolo absoluto

La figura de George Balanchine permanece como símbolo absoluto de una institución que trascendió la danza y ocupa hasta hoy día un lugar esencial en la historia del modernismo de este siglo.Balanchine, que a pesar de contar con una formidable educación musical dijo haber nacido para permanecer en silencio y expresarse a través del movimiento coreografiado, se enmarca en el primer avant garde europeo, que exportó a EEUU para desde allí impregnarse no sólo de la tradición americana de George Gershwin o Richards Rodgers, sino también de un espectro de creadores de diversas disciplinas que van desde su gran amigo y colaborador Igor Stravinski hasta el poeta W.H.Auden, pasando por el pintor Marc Chagall y los coreógrafos Frederick Ashton, Martha Graham y Merce Cunningham.

Balanchine se hizo famoso por colaborar con todos estos personajes desde el talante meditativo y observador de un poeta más que como un genio explosivo, y en esa sinergia apoyó la fusión del ballet clásico con los conceptos más modernos. Pero ya desde antes de llegar a Estados Unidos, Balanchine había dado muestras de su don para los proyectos de colaboración, y por su compañía en París a comienzos de los años treinta ha-bían pasado Bertolt Brecht y Kurt Weill. Balanchine se definía a sí mismo como un artesano, y comparaba su oficio con el arte de la gastronomía o la ebanistería, a los que se dedicaba como aficionado. Entre 1920 y 1982 firmó 465 obras, incluyendo grandes espectáculos de escala operística como Orpheus o El cascanueces, y obras minimalistas o abstractas como Pavane o Jewels. También trabajó en Broadway (On your toes, Babes in arms, La viuda alegre) y en comedias musicales de Hollywood como On your toes.

También fue pionero en la grabación de coreografías para televisión o la retransmisión de eventos en directo, lo cual no sólo le reportó más premios, sino que le convirtió en una figura muy popular fuera de los límites del City Center y el New York State Center, sus principales escenarios.

Según escribe Jack Anderson en The New York Times, en Estados Unidos en los años treinta, antes de la entrada en escena de Balanchine y Kirstein, ya había ballet clásico capaz de competir con las grandes escuelas europeas. Pero aun así reconoce que ambos son "figuras heroicas", una pareja de pioneros que otros cronistas han comparado al tándem Picasso-Braque en el origen del cubismo. "Debemos asumir que la danza es un arte completamente independiente", escribió Balanchine, "no meramente un arte secundario de acompañamiento. Igual que la música de los grandes músicos, se puede disfrutar y comprender sin ninguna introducción verbal o explicación".

Un reciente artículo de Nicholas Jenkins en The New Yorker reivindica la importancia de la figura "visionaria" de Lincoln Kirstein, que ha estado generalmente a la sombra de la de Balanchine en la génesis del New York City Ballet y que falleció en el año 1996.

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