La fauna no es tan mala como parece

Con frecuencia se oye quejarse a algunas personas de que los mosquitos siempre les pican a ellas y no a quiénes están a su lado. Pues es verdad; esto puede ocurrir. La aparente susceptibilidad no es más que la consecuencia real de que los estímulos químicos que generan provocan a ciertas clases de insectos. Algunas especies pueden detectar el olor corporal y el CO2 de la respiración. También hay sustancias que les resultan más atractivas que otras, como la piel; no es lo mismo picar en una piel lampiña, que en otra cubierta de vello. ¿Y qué puede hacer uno para librarse de los bichos? Primero, dejarlos tranquilos. Y segundo, tratar de conocerlos. La mayoría de las fobias están asociadas a la ignorancia; y, a la larga, no generan más que ansiedad. Y todo porque uno se siente inseguro en ese medio que desconoce. Por tanto, para superar el problema, lo que hay que hacer es conocer la fauna que habita el lugar en donde estamos y averiguar qué especies pueden dañarnos y cuáles no. Entonces descubriremos con sorpresa que la mayoría de los bichos son inofensivos. Lo mismo se le podría decir a quienes miran aterrados a la bombilla rodeada de insectos. Lo normal es que en cuanto se apague la luz desaparezcan. Y luego están los que se quejan constantemente de que los bichos no paran de picarle. Basta que alguien se ponga a hablar de este tema, para que ellos ya estén rascándose. Parasitosis ilusoria se llama a eso; lo mejor es que se relajen. ¿Y qué decir de los mosquitos? Hay miles de clases de insectos, absolutamente pacíficos, a los que nosotros odiamos porque creemos que van a picarnos. Hay quien huye de ellos como si fuera el diablo... y lo normal es que pasen volando. Para terminar, una de arañas: en Andalucía se cuentan con los dedos de las manos las que son venenosas. Sin embargo, odiamos a todas. De acuerdo, aceptamos que provocan repulsión; pero, de ahí a querer reventarlas...; al fin y al cabo ellas están a lo suyo: tejiendo... y tejiendo... y tejiendo