"Para remar hoy en día hay que estar loco"
Dedicado desde hace 30 años al remo, José Luis Korta, que está a punto de cumplir la cincuentena, puede considerarse el único privilegiado que vive profesionalmente de este deporte. Los que le conocen afirman de Korta que es un hombre duro, pero que nunca exige nada que no pueda hacer él. Y exige mucho. En todos los clubes por los que ha pasado ha dejado su impronta, y se nota, porque los ha llevado a la cima del remo. Es una especie de nómada que cada equis años cambia de techo para demostrar su valía. Pasó por Orio, Lasarte, Kaiku y Zierbana. Acostumbrado a protagonizar los éxitos de la temporada, ahora le toca ver los toros desde la barrera. Hace nueve meses que recaló en Castro Urdiales, que como él mismo afirma en un símil futbolístico, es como si fuera un club recién ascendido a segunda división que lucha por entrar en la promoción. Pregunta. ¿Qué supuso para usted venir a Castro? Respuesta. Venir de la cima, como era Orio, con la mejor tripulación de los últimos años, y aterrizar en este club, que existía, pero no tenía nada, ha supuesto un esfuerzo. Pueden decir que es un acto de chulería por mi parte, pero es un reto, aunque a veces hasta a mí me cueste entenderlo. P. ¿Es cierto que es usted tan duro? R. He sido duro a la hora de mandar y gritar, pero siempre he exigido a los remeros lo que yo puedo hacer. El ejemplo era yo. De todas formas, creo que hay entrenadores mucho más duros. Yo tengo las dos marchas: puedo ser muy duro y muy blando a la vez. P. El remo exige a sus practicantes una dedicación absoluta, durante todo el año y no ven más recompensa que el reconocimiento deportivo. ¿Debería de profesionalizarse? R. Orio, después de ganar el año pasado practicamente todo, no obtuvo más que 300.000 pesetas de beneficios. Por eso, para remar hoy en día hay que estar loco. Tienes que tener veneno en la sangre para, después de terminar de trabajar, a las ocho de la tarde, ponerte a entrenar tan duramente y volver a casa a las once de la noche. El remo será profesional el día en que los que lo dirijan sean inteligentes. P. ¿Por qué hay tanta diferencia entre los clubes guipuzcoanos y vizcaínos? R.En Guipúzcoa se vive mucho más el remo que en Vizcaya. La rivalidad entre los pueblos hace que todo el pueblo lo viva y exista una fuerte tradición. Vizcaya carece de ese ambiente, por lo que siempre irá por detrás. P. La sombra del dopaje siempre ha inquietado al remo, ¿Qué le ha parecido lo que ha sucedido en el Tour de Francia? R.No es normal que a un equipo le manden a casa por tener unos medicamentos prohibidos. Se han pasado. Lo que tenían que haber hecho es descalificar a quien diera positivo. Aunque se sospeche que uno roba, no se le puede detener hasta que no le pillas. Yo estoy de acuerdo con lo que dijo Samaranch, es decir, que hay productos que aunque figuren como prohibidos no son dañinos, y eso es lo que hay que regular. En el remo se castiga a un hombre a un año por consumir efedrina, que es un producto que puede llegar a matarte, mientras que en el ciclismo sólo te castigan con un mes. P. ¿El remo está limpio de dopaje? R.Yo creo que sí. Lo primero que yo le advierto al médico es que si uno de los remeros da positivo, el primero en caer sería él. Sólo tomamos complementos vitamínicos, que no dan positivo en el control. P. ¿Quién manda en el remo vasco? R.No manda nadie. Todo el mundo se arrima al jefe y la gente vota a quien está en el poder, como sucede en política. Sería necesario que en el remo hubiera gente nueva. Los dirigentes sólo deberían asistir a las regatas, hacer los reglamentos y entregar las banderas. Las ideas deben traerlas gente de fuera, como sucede en el mundo de la pelota. Para que se salve el remo, el remero tiene que dar un golpe de Estado. P. Estos enfrentamientos, como dijo el presidente de la federación vasca, ¿le recuerdan en algo a lo que sucede en la sociedad vasca? R.Él es culpable de ese enfrentamiento. El primer roce con la federación española lo provocó él a cuenta de las dichosas fichas. Al remero le da lo mismo que en la ficha ponga España, Francia, Rusia o lo que sea. Lo único que quiere es participar y ganar la regata. Ahora han quedado la federación vasca por un lado y la vizcaína, que es el grupo que está en la española, por otro. Ese es el veneno que tiene el remo vizcaíno y mientras siga en esa pelea le irá mal. Lo peor que pueden hacer es apartarse del remo guipuzcoano. P. ¿Su imagen polémica le ha creado más enemigos que amigos? R.No. Qué va. Estoy totalmente tranquilo. Además, mis enemigos son los que me dan la fuerza. No hay nadie en el mundo que no los tenga... hasta Jesucristo, el Papa y la madre Teresa de Calcuta los tuvieron. En el mundo tiene que haber buenos y malos, y aunque tenga la peor imagen en el remo, tengo la conciencia tranquila por haber sido el que más ha ayudado a los clubes que me lo han solicitado. Estoy seguro que soy el que más amigos tiene, y eso me vale muchísimo. P. ¿Tiene las ideas tan claras como parece? R.Hombre, algunas veces me equivoco. Sobre todo en la forma en que digo las cosas. Si hubiera sido mudo podría estar en el altar por mi trayectoria profesional y los logros que he obtenido. Pero hay otros que están siempre callados y tienen el veneno preparado como las serpientes. Yo suelto lo que llevo y eso duele a los politiquillos de tercer grado que están en el trono porque han limpiado muchos traseros. P. ¿Cómo ve a la sociedad vasca? R.El mayor problema es que los vascos somos muy envidiosos. En este sentido, somos la peor raza del mundo. Se meten mucho en la casa del ajeno en vez de preocuparse por lo que sucede en la suya. Aquí hay demasiados vascos o, por lo menos, que dicen serlo. El problema no está en la gente de fuera que reside en Euskadi, sino en los propios vascos.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.