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Tribuna
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Sugestión

Manuel Vicent

Por un mecanismo de autodefensa, el cerebro tiende a escupir los malos recuerdos y a fijar en la memoria los momentos de placer que hayamos vivido. Así sucede también con la historia. Nos fascinan los tiempos felices y los personajes que en ellos se agitaban, no las tragedias ni los predicadores sombríos que las anunciaron. Basta una canción para que se ofusquen bajo su melodía todas las catástrofes de una época. La I Guerra Mundial cedió el paso al charlestón, y éste, al cinturón de plátanos de Josephine Baker; el swing coincidió con la mafia de Chicago; la Gran Depresión, con las películas de Charlot; la orquesta de Glenn Miller, con la II Guerra Mundial. Puede que aquel París de Hemingway no fuera del todo una fiesta: Modigliani se suicidó, Ezra Pound se volvió loco, Scott Fitzgerald andaba por allí ebrio y muerto de hambre, pero aquellos años están llenos de fascinación gracias a algunas fotografías y a ciertas putitas de Montparnasse. Probablemente los juegos surrealistas que tanto entretenían en la Residencia de Estudiantes a García Lorca y a Dalí hoy nos parecerían simples gansadas sin interés. Lorca fue asesinado por los fascistas y Dalí terminó siendo un pintor franquista adocenado, pero aquella etapa de la Residencia ha quedado como un paradigma de libertad e inteligencia que llenó de dicha a unos jóvenes con pantalón de pliegues. Los escritores y artistas que estén interesados en pasar a la posteridad deberían saber que ésta sólo acepta a quienes logran transmitir a las nuevas generaciones, aun en medio de las propias desgracias, una sensación de placer y sugestiva belleza que haga fascinante el tiempo pasado en cuyo espejo los supervivientes se reflejen. Moralistas, predicadores y profetas de mal agüero se van por el sumidero de la historia. Se necesita ser muy lúgubre para rescatarlos de la tumba con objeto de que te sigan riñendo. El charlestón es más recordado que la batalla del Marne. El sombrero de Capone ha sobrevivido a sus crímenes. La canción de Lili Marlen ha triunfado sobre todas las ruinas humeantes de Berlín.

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

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