Todo en casa

Es simplemente cuestión de asco. Asco ante tanta ñorda de perro repartida por la Villa. Porque asquerosito y más es que estén mezcladas con la arena en la que juegan los niños pese a las reiteradas recomendaciones. Ídem si te cortas el zapato con una. Igual si como setas florecen dentro de los alcorques. Así que se me ocurre que puesto que en la ciudad los canes están tan alejados de todo lo natural como el mismísimo hombre, y como comparte con él registros, revisiones médicas o veterinarias, e incluso peluquería, sólo queda un pasito para que la socialización y la igualdad sean completas. Y es que hagan sus necesidades en sus respectivas casas al igual que cada hijo de vecino. Para ello se podrían comercializar retretes caninos de variada gama de modelos, desde el tronco de nogal al chopo, pasando por el simple pino, a los que se impregnaría con una sustancia olor-hedor, ya que dicen que el perro necesita de ciertos estímulos para alzar la patita. Se podrá aducir que es una humillación más para el perro, y estoy de acuerdo, y lo siento, pero no más que el sufrimiento que le supone estar apretando esfínteres hasta que al dueño le viene a bien sacarle a la calle, y semejante a lo que esa etapa de adopción de hábitos le supone a un cachorro humano.

Cuentan que en el Madrid castizo de antaño, con el fin de que los obreros de la construcción no se entretuvieran en el tajo, se colgaban de la valla unos letreros que decían: "A la obra hay que venir cagao, meao y con el cigarro liao. Así que cuando se comercialice lo expuesto y se mentalice a la población de que es por el bien común, se podrán repartir carteles por nuestras calles y plazas en los que rece: "Al paseo el perro tiene que salir ca... y me...", y suprimiría lo del cigarro por aquello de que las autoridades advierten que el tabaco perjudica seriamente la salud.-