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Una larga y accidentada historia

La historia del Museo de Lleida Diocesano y Comarcal se remonta al siglo pasado y se caracteriza por un afán pedagógico y de salvaguarda del patrimonio de la diócesis. En 1893, el obispo de la diócesis, Josep Messeguer, dio la bendición a una nueva sede para el seminario en la que tenía previsto añadir un "Museo Católico" para "reunir los objetos artísticos que pueda haber" y "ampliar la enseñanza que se da en la clase de arqueología cristiana". Se inauguró en 1894 y al año siguiente ya se tuvo que buscar un emplazamiento más amplio para acoger las piezas. En 1921, el conservador del museo, Joan Fusté, escribía en una revista diocesana a raíz de dos robos acaecidos en Sástago (Zaragoza): "Una vez más, precisa recordar que los objetos mal custodiados en ermitas, iglesias parroquiales o casas rectorales, siempre que no sean necesarios para el culto, deben ingresar en los museos; las parroquias nada pierden con ello, pues mantienen íntegros sus derechos y en cambio disminuye grandemente las probabilidades de un robo". Los episodios que precedieron y sucedieron a la guerra civil significaron un importante baile de los fondos y la pérdida de muchas obras. Después de pasar por diversas parroquias y por Zaragoza, las obras volvieron a Lleida en los años cuarenta. Desde entonces se han sucedido tres proyectos fallidos para situar las obras y abrir el museo al público: en 1965, 1969 y 1988. En la actualidad, la iglesia de Sant Martí muestra al público las obras más representativas del museo mientras se espera la resolución del Vaticano y la inauguración, a las puertas del año 2000, de la sede definitiva del centro, con o sin el centenar de obras de origen aragonés.

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