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Reportaje:UN SÍMBOLO EN EL CORAZÓN DE EUROPA

Nouvel erige un centro cultural de cristal y agua

El arquitecto francés levanta un gran complejo en Lucerna que coloca a la ciudad suiza en el circuito europeo

Miguel Ángel Villena

"Si no puedo entrar en el agua, haré que el agua venga hacia mí". Con esta actitud, de una pragmática sabiduría, el arquitecto francés Jean Nouvel resolvió un complicado dilema. Los habitantes de Lucerna, una plácida ciudad suiza de 120.000 habitantes rodeada de montañas de 3.000 metros y que se extiende alrededor de un lago, habían rechazado en referéndum la posibilidad de que su nuevo Centro Cultural y de Congresos se levantara en mitad del agua. El imaginativo arquitecto francés, nacido en Fumel en 1945, no se arredró y diseñó un edificio de madera por dentro, cristal por fuera y flanqueado por canales que llegan directamente del lago. Nouvel y su equipo, autores de la nueva Ópera de Lyon o de la Fundación Cartier de París, explicaban el miércoles por la tarde, en medio del frenesí de los preparativos de inauguración de su centro en Lucerna, las razones de utilización de estos materiales. "La sala de conciertos y algunos espacios interiores", afirmó el arquitecto, "pretenden crear un ambiente acogedor, cerrado sobre sí mismo, algo así como una nuez. Por el contrario, el cristal que recubre las fachadas sirve de espejo del entorno, donde se reflejan las aguas del lago, las laderas verdes, los paseantes o el cielo".

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El arquitecto recalcó el carácter multifuncional de todo el complejo y su integración en la ciudad. "La idea, por ejemplo, de un techo que sobresale de las fachadas con sus grandes alas pretende ofrecer distintas perspectivas de la ciudad y del lago, e intenta jugar con el paisaje" comentó Nouvel, que ha diseñado también un sistema de apertura y cierre de puertas en la sala de conciertos para amplificar o difuminar los sonidos según el tipo de música que se ofrece.

Intimista por un lado, y abierto al mundo por otro, éste parece ser el mensaje que Lucerna envía al resto de Europa con un complejo cultural que ha reunido estos días en esta ciudad germanohablante de Suiza central a especialistas en arquitectura, músicos ilustres y periodistas de varios países.

Seis años de debates

Una ovación subrayó el miércoles por la noche el momento en el que Nouvel subía al estrado de una monumental y original sala de conciertos con capacidad para 1.850 personas. No era para menos. La fiesta cultural ponía fin a seis largos años de debates, referendos, discusiones de proyectos y búsqueda de financiación. "Ha sido muy duro, pero ha valido la pena", señalaba Brigitte Métra, ayudante de Nouvel y jefa del proyecto. El arquitecto francés no andaba desencaminado cuando comparó en su intervención los centros culturales de este final de siglo con las catedrales medievales. En Lucerna, una alianza entre las fuerzas del poder y los artistas, como en la Edad Media, ha convertido en realidad este gran centro que se verá completado a finales del próximo año con un museo de arte contemporáneo y un palacio de congresos. Todo comenzó cuando, a mediados de los años ochenta, los responsables del Festival Internacional de Música de Lucerna concluyeron que su antigua sala de conciertos, con notorias deficiencias acústicas, no servía para atraer a las grandes figuras. Situada en una zona de Europa donde la pasión por la música clásica es comparable con la obsesión por el orden y la limpieza, Lucerna quería a toda costa incluirse entre las contadas ciudades europeas, como Salzburgo o Edimburgo, que son citas de referencia para la cultura del verano. El salto del localismo a la universalidad podía lograrse con un edificio emblemático y la firma de un arquitecto de lujo. Costara lo que costase. De este modo, el presupuesto se elevará a 20.000 millones de pesetas, una inversión similar a la reforma del Teatro Real, de Madrid, pero en este caso en una pequeña ciudad suiza.

La carrera en pos de una capitalidad cultural de primera división empezó cuando una anciana mecenas, de nombre Alice Bucher, puso la primera piedra a finales de los ochenta. O mejor dicho, libró el primer talón por valor de un millón de francos suizos, unos 100 millones de pesetas. A partir de ahí todos los habitantes de Lucerna atisbaron beneficios en el Centro de Cultura y Congresos: industriales hoteleros y grupos ecologistas, empresas de construcción y estudiantes de música.

La colaboración no se ha limitado al capital y las artes, sino que la financiación ha implicado tanto al Ayuntamiento y al Gobierno cantonal como a multitud de donaciones privadas. Esta cooperación ha dado sus frutos. Ayer, Claudio Abbado abrió la presente edición del Festival Internacional de Música de Lucerna. El aperitivo lo había servido el miércoles la Orquesta Sinfónica de la ciudad, bajo la dirección del ruso Vladimir Ashkenazy. Pero con Jean Nouvel y su edificio como estrellas indiscutibles.

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