Pasajes de buena lidia
El público se lo pasó bien ayer por la tarde en La Cubierta. No salió dando saltos de alegría o toreando por las calles de Leganés, pero sí satisfecho. Había contemplado momentos lucidos, algunos pasajes de lidia buena y tercios de banderillas animados y rutilantes, no del todo ortodoxos, sí calurosos y espectaculares. Se repartieron orejas un tanto a discreción, a pesar de que los toros no fueron pródigos en las embestidas. Sin embargo suele ocurrir que algún toro rompe, atesora casta, y la tarde se viene arriba. Sucedió en el sexto toro, que correspondió torear y matar a estoque a Antonio Ferrera. Una actuación la de Ferrera durante todo el festejo de pura entrega. Daba la impresión de que si sus toros no embestían lo haría el torero sin ninguna duda. Hizo quites variados de capote, puso banderillas en sus dos toros, frenético y corajudo, y con la muleta dio pases de todas las facturas y modalidades.
Ibáñez / Rodríguez, Sánchez, Ferrera
Toros de Nazario Ibáñez, terciados y cómodos, flojos, de juego irregular; menos el sexto, noble y con recorrido. Miguel Rodríguez: oreja y dos orejas. Cristina Sánchez: silencio; -aviso- petición y vuelta. Antonio Ferrera: oreja y oreja. Rodríguez y Ferrera salieron a hombros.Plaza de la Cubierta, 18 de agosto. Media entrada.
En su primero, Antonio Ferrera aportó el temperamento que el toro parecía tener. Series cortas por los dos pitones, porfionas y animadas. Y a su segundo, el reseñado sexto de la tarde, le construyó una faena de contenido y fuerza. Estuvo a la altura del buen toro, que repetía las embestidas, algo que no resulta fácil ni cómodo, el aguantar el viaje del toro y llevarlo toreado. La mejor virtud del trasteo fue la de ligar los pases, y la nota más alta la consiguió en la primera tanda de naturales que instrumentó.
Miguel Rodríguez estuvo en sus dos toros firme y seguro, bien colocado y siempre con buen sentido de la lidia. Manejó el capote templada y acertadamente. Consiguió en su segundo un quite por chicuelinas de empaque y gusto. Y los trasteos de muleta estuvieron llenos de detalles y pinceladas, y alcanzaron la medida justa, el mando oportuno. También puso banderillas en sus dos toros, como Ferrera. Ambos se cedieron los rehiletes en sus segundos bureles, para deleite del público, que no ahorró aplausos y exclamaciones.
Cristina Sánchez tuvo un lote que dio poco juego. Su primero estaba inválido hasta decir basta, y, a pesar de la subida bronca organizada, el presidente no lo devolvió. En su segundo puso voluntad, buscó y no encontró carbón para enceder una discreta lumbre. Su tarde fue de muletazos sueltos y una amable vuelta al ruedo de consuelo.
Babelia
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