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Reportaje:

De inaccesible a paraíso de políticos y famosos

El túnel de Vielha, de cinco kilómetros de longitud, es la entrada más directa a la Vall d"Aran, el único enclave del Pirineo catalán orientado al Atlántico y a Francia, de donde recibió en el pasado más influencias que de Cataluña y a donde va a parar el agua de su río más caudaloso: el Garona. Pese a sus reducidas dimensiones -unos 620 kilómetros cuadrados y cerca de 7.000 habitantes-, el valle posee una historia rica en acontecimientos, que con el paso del tiempo ha ido configurando la idiosincrasia aranesa. Su situación geográfica, en la vertiente norte de la cordillera, y su aislamiento secular fueron determinantes a la hora de desarrollar unas peculiaridades culturales y administrativas propias, en las que se sustenta el sentimiento nacionalista de sus habitantes. Sus dos elementos diferenciales son el Conselh Generau o Parlamento -institución de autogobierno recuperada hace siete años- y la lengua: el aranés, una variante del gascón que en el valle es cooficial junto con el catalán y el castellano, y que goza de una gran protección institucional. Las primeras referencias documentadas del Aran datan del siglo III a.C. y proceden de los historiadores romanos, quienes describen una tribu de pastores muy adaptada al medio denominada arenosis. La influencia romana es visible en los vestigios de las antiguas termas de Les, Arties y Tredós, y en el trazado de la calzada que unía Toulouse con el Pallars por la Bonaigua. En la Edad Media, tras sufrir la dominación germánica, nobles y monarcas de ambos lados del Pirineo se disputaron el territorio. Pero en el año 1313 los araneses decidieron pertenecer a la Corona de Aragón y el rey Jaime II, en agradecimiento, les otorgó la denominada Querimonia, una especie de Carta Magna vigente durante cinco siglos. En 1810, Napoleón incorporó el valle al departamento francés del Haute Garonne y, cinco años después, durante el reinado de Luis XVIII, fue devuelto a la Corona española. "Es el Valle de Arán la ribera / más lucida de todo el Pirineo; / cuando se pone la falda / nueva y bella / no hay nada tan hermoso / bajo el cielo". Estos versos, con los que el poeta y párroco de Salardú, Josep Condó, ganó en 1912 los Juegos Florales de Lleida, sirven para describir la belleza de un territorio tan variado como espectacular, delimitado por montañas de más de 3.000 metros, por tupidas masas forestales y por extensos prados que producen abundantes pastos para el ganado, aunque esto último ya no sea posible en algunos parajes de la parte alta del valle porque el turismo y el cemento han transformado profundamente el bucólico paisaje que el escritor ampurdanés Josep Pla dibujó hace 28 años. El Aran fue hasta 1948 -fecha en que el ejército español abrió el túnel de Vielha a 1.620 metros de altitud- un paraje casi inaccesible. La primera carretera, la que pasa por el puerto de la Bonaigua y comunica con el Pallars Sobirà, no se abrió hasta 1923. La vida no era fácil en un valle donde las intensas nevadas lo dejaban aislado durante seis meses cada año. La ganadería y la explotación forestal fueron durante siglos las únicas actividades de los araneses. Pero, con la mejora de las comunicaciones, el progreso traspasó la barrera montañosa y empezó a hacer estragos, primero con la construcción de las centrales hidroeléctricas y, sobre todo, con la apertura de las pistas de esquí de Baqueira-Beret, en 1964. Estas dos actividades dejaron en un lugar secundario las ocupaciones tradicionales y modificaron sustancialmente la forma de vida en todo el valle, donde los pastores fueron abandonando progresivamente sus rebaños para convertirse en empresarios y comerciantes. La industria de la nieve, al tiempo que transformaba el paisaje, se convirtió en el principal motor económico de la Vall d"Aran, en la actualidad la comarca con menos paro y con más renta por habitante de Cataluña. Tal vez por esa confluencia de factores -paisaje y riqueza- alguien se ha atrevido a bautizar el valle como la Suiza española. No obstante, otros prefieren compararlo con Palma de Mallorca, pero con nieve en vez de mar, por aquello de que la estación de Baqueira-Beret se convierte en invierno en el epicentro de la vida política española. La familia real, políticos de todos los colores, hombres de negocios y personajes famosos se dan cita cada invierno. La última temporada, considerada como una de las mejores desde que funciona la estación, esquiaron sobre sus pistas cerca de 600.000 personas. De arriba abajo, el valle está estructurado en tres áreas bien definidas. El Alt Aran, con capital en Salardú, vive desde 1964 de la nieve. A partir de ese año, las infraestructuras turísticas y las segundas residencias no han dejado de crecer, a menudo de forma incontrolada, y ello ha dejado secuelas en el paisaje y auténticos monstruos de cemento en los municipios de Salardú y Vielha. En cambio, los pueblos de la zona baja, la más próxima a Francia, son los que han sufrido menos transformaciones en su imagen externa, precisamente por estar alejados de Baqueira. La empresa que explota la estación acaba de ver rechazado el proyecto de construir una macrociudad en el Pla de Beret, en la cota 1.900, con capacidad para 12.000 personas; pero, en cambio, el Ayuntamiento de Naut Aran sí que le autorizará edificar en la cota 1.500 de Baqueira, muy cerca de donde arrancan los telesillas. El Conselh Generau se ha propuesto como reto asumir las competencias en materia de ordenación del territorio, aunque primero deberá lograr el necesario consenso político. Un consenso que tampoco existe para aceptar el programa Life de reintroducción del oso pardo en el Pirineo central. Han transcurrido dos años desde que Francia liberó los primeros ejemplares en la localidad de Melles, próxima a la frontera con España. Sin embargo, los ganaderos no han aceptado nunca la presencia en sus montañas de unos animales que causan muchas bajas en sus rebaños y han amenazado en varias ocasiones con darles muerte, como ocurrió con la osa Melba, que fue abatida por un cazador francés. Todos los ayuntamientos del Aran -excepto uno- y el Conselh Generau se han pronunciado en contra de la continuidad del programa y exigen al Departamento de Agricultura la captura de los cuatro osos que hay en la actualidad en territorio aranés -el macho Pyros, la hembra Giva y dos oseznos- y su retorno a los bosques eslovacos de donde proceden. "La Generalitat no puede actuar en contra de la voluntad de todo un pueblo. Los osos están poniendo en peligro la actividad ganadera del valle y los políticos araneses no estamos dispuestos a tolerarlo", señaló la máxima autoridad aranesa, el síndico Carles Barrera.

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