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Crítica:FESTIVAL DE PERALADA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un "Lago de los cisnes" inolvidable

Bellísima y elegante es la versión creada por Roland Petit de El lago de los cisnes para el Ballet Nacional de Marsella estrenada en España en la noche del viernes en el Festival de Peralada. Esta obra, cuyo estreno mundial tuvo lugar en Marsella el pasado mes de marzo, fue el regalo de despedida de este coreógrafo para la compañía que ha dirigido durante 25 años, hoy a cargo de la ex bailarina de la Ópera de París Marie Claude Phetragalla. Petit es uno de los genios coreográficos de este siglo. Su talento le ha permitido llevar a su terreno uno de los más emblemáticos ballets clásicos. La obra de Marius Petipa y Lev Ivanov toma aquí una dimensión contemporánea, al igual que hicieron sus exitosos montajes sobre otros clásicos, pero lo más importante que sucede viendo este Lago es que recuerda el bagaje coreográfico de este artista que nunca ha dejado de sorprender. Sus espectáculos son una caja de sorpresas en la que los bailarines encarnan hombres y mujeres de hoy, que expresan sentimientos eternos, pero con un toque mágico. Y su Lago de los cisnes es uno de sus mejores ejemplos. Los cisnes, que en la obra original están encarnados por mujeres, son aquí apuestos hombres de mirada desafiante que fuman puros. La expresividad que tiene su danza en grupo es uno de los mejores alicientes de la obra. Petit plantea la historia de amor como un triángulo amoroso. El brujo Rothbart, el hombre de negro, es ese ser seductor al que le gusta dominar a las mujeres y del cual no puedes escapar. Este personaje fue magistralmente interpretado por el bailarín cubano Lienz Chang, que demostró su virtuosismo en los saltos y en los giros y su fuerte personalidad escénica. Massino Murru es el joven de quien se enamora la princesa, y que el brujo convierte en cisne. Espléndido en la transfiguración en cisne blanco y en el solo que ejecuta.

Punto y aparte merece la interpretación de la bailarina española María Giménez. Aplaudida en sus personajes de Giselle y Quiteria en Don Quijote para el Ballet de la Comunidad de Madrid, en este Lago logra realmente una mayor madurez por su presencia. María es una bailarina que ilumina la escena. Su técnica es virtuosa pero equilibrada. Tiene la velocidad justa en los giros y la elevación precisa en el arabesque. Sus largos brazos hablan y su mirada, mezcla de inocencia y perversidad, la hace la intérprete perfecta para este personaje. Se derrite en los brazos del hombre de negro, admira su poder, pero quiere abandonarle para amar en libertad al joven. No le importa sacrificarse por amor y, al final, en un escenario inundado de agua, da la espalda a la vida.

El vocabulario coreográfico de Petit, quien ha desnudado a sus bailarinas de las zapatillas de punta, es rico en las escenas de grupos y muy sutil y original en las danzas de carácter. En los pasos a dos desarrolla todo su lirismo y versatilidad academicista para potenciar el trabajo de los tres protagonistas y de toda la compañía, que demostró una excelente preparación técnica. El mejor aliado de este espectáculo es el vestuario del modisto Hervé Léger, que viste a las mujeres con gran elegancia. El sobrio vestuario de los hombres ha sido diseñado en colaboración con Ermenegildo Zegna.

El Ballet Nacional de Marsella convirtió el último programa de danza del Festival de Peralada en una velada inolvidable.

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