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No todos son iguales bajo las estrellas

VERANO 98

"¡Paco, he visto una! Se vio hacia el norte, llegó hasta el cénit, hizo una traza en el cielo de unos 22º y era de color blanco intenso", dice una voz en la oscuridad que se intuye de un chico joven. Paco, con linterna y portafolios en mano, anota escrupulosamente cada uno de los dato. "¿A qué hora ha sido exactamente?", apostilla. "A la 1.50", le contesta. Cuatro grupos de personas, integrados por aficionados y amantes de la astronomía, se han dividido los cuatro puntos cardinales para escrutar mejor los rastros de polvo que el cometa Swift-Tuttle deja caer en forma de estrellas fugaces. A pesar de que el encuentro nocturno tiene más componente lúdico que científico, para los miembros de la asociación astronómica y cultural Orión de Almería es importante tomar datos que, acumulados con el resto de asociaciones aficionadas o profesionales de todo el mundo, consigan definir la órbita de este cometa. "En virtud de la hora, procedencia, coloración y longitud de traza sabemos si son perseidas o no", aclara Francisco Galindo, miembro de la asociación que coordina la jornada científica de la noche del sábado. Cada verano, Orión organiza una velada en el mes de agosto, en la semana de Perseidas que el Swift Tuttle provoca cuando su cola choca con la órbita terrestre. Antes de hacer la distribución de grupos, Francisco imparte grosso modo las nociones más básicas para que todos los presentes, entendidos o profanos, se sientan partícipes en el reconocimiento de los destellos procedentes de la constelación de Perseo: "Nos encontramos con la disyuntiva de recoger muchos datos para enviarlos a instancias más científicas, o enseñar astronomía y no recopilar tantos", matiza. Saber medir las distancias con la propia mano, diferenciar las constelaciones o incluso saber mirar por un telescopio lleva su tiempo, por eso el inicio del recuento de meteoros se retrasa hasta bien entrada la madrugada. "Sabemos que hay otros grupos que están recopilando esos datos bien y con exactitud", comentan con alivio. A unos metros de distancia, bajando la atalaya en la que está situada el telescopio, un conjunto de mesas y varias lámparas ofrecen la cara lúdica de la noche: barriles de cerveza, parrilladas de carne y platos de jamón y queso.El sector alternativo lo componen familias o grupos reducidos que, distanciados del bullicio y las demostraciones culinarias, tampoco se arriman a la gigantesca lente. Se acomodan simplemente, con tumbonas de playa, y miran al infinito. Permanecen en la oscuridad y en silencio para no quitar protagonismo a la gran estrella de la noche: el Universo.

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