La herencia de 1978
La Aste Nagusia ignora en su programa la conmemoración del 20º aniversario de las primeras fiestas
Bilbao vive un año de aniversarios. En 1998, el Athletic ha cumplido su primer siglo de vida y la Aste Nagusia ha llegado a los 20 años. El centenario rojiblanco ha merecido un programa conmemorativo que ha goteado durante meses. Por San Mamés han pasado la selección de Brasil y Luciano Pavarotti, aunque a última hora fallaron los Rolling Stones. Más de un centenar de artistas crearon obras dedicadas al Athletic y ETB ha estrenado un documental realizado por Pedro Olea. En cambio, el vigésimo aniversario de la invención de la Aste Nagusia pasará inadvertido a lo largo de los días de fiesta, que hoy comienzan con el estallido del txupin en la Plaza Nueva. El programa festivo -unos 350 actos gratuitos de todo tipo repartidos por distintos puntos de la ciudad- no recuerda que en 1978 se inventó el nuevo modelo de Aste Nagusia, que dejó atrás el menú único de toros-teatro vigente hasta entonces en las fiestas de agosto. "¿Celebrar los 20 años?", se pregunta un comparsero que desde entonces no ha fallado ni una edición. "Aquí celebraremos las bodas de plata y de oro, pero 20 años no significan nada". Sólo se escapa de la rutina el nombramiento de txupinera y pregonero honoríficos en recuerdo de lo que fue la prehistoria de la Aste Nagusia. Este año los titulares de los cargos - la comparsera Sonia Villamor y el presidente del Athletic, José María Arrate- tendrán a su lado al actor Zorion Egillor y a la comparsera Amalia Jaureguizar, conocida en el ambientillo como Ameli. A Zorion se le reconoce así haber sido el padre de la Aste Nagusia. El programa nocturno que entonces dirigía en Radio Popular de Bilbao fue el gran altavoz de reivindicación de unas fiestas populares. La convocatoria de un pasacalles que recorrió media ciudad en el verano de 1977 sacó a la calle la petición de fiestas populares. "Queríamos fiesta", explica Andoni, uno de los participantes en la kalegira reivindicativa. "Entonces no existían las fanfarrias; teníamos bandas de cartón". El impulso llegó de la iniciativa privada. El Corte Inglés recogió la demanda y convocó un concurso de ideas que despejara incógnitas sobre el modelo de fiestas. Ganó un colectivo llamado Txomin Barullo, el embrión de lo que poco después se constituyó como la comparsa del mismo nombre, hoy un emporio que asienta su gigantesca txosna en el extremo del paseo de Arenal más próximo a la casa consistorial. El Ayuntamiento de Bilbao acabó, tras mucho tira y afloja, destinando siete millones a financiar los actos programados por una comisión de fiestas formada a partes iguales por representantes de las comparsas y ediles. En sus inicios participaban en la Aste Nagusia 40 comparsas, que llegaban a agrupar a 500 personas. A finales de los 70, el movimiento vecinal gozaba de buena salud y fue el impulsor de gran parte de los grupos. Las comparsas asociadas a los barrios de Bilbao -Adiskideak, de Indautxu; Abusu, de La Peña; Samasiku, de Santutxu; etcétera- suponían el 90% del total. Los datos revelan que el paso del tiempo ha desgastado el papel de las comparsas. En 1998 se mantienen en activo sólo 28 grupos, que por término medio no superan los 80 comparseros. A la txupinera honorífica, Ameli, de 72 años, la creación de la Aste Nagusia le pilló ya madurita. "Como nunca habiamos visto nada igual en Bilbao, lo vivimos con gran alegría y todos muy unidos", recuerda. Ahora se ríe de aquel hombre que, al verle vestida de comparsera por la calle en plena juerga, le espetó: "Que hace así una señora de su edad; esto es cosa de críos". La contestación le salió del alma y no se ha arrepentido de lo que replicó: "En 25 años no he tenido ocasión de divertirme. Así que en esto acabo de nacer". Ameli volverá esta tarde a la carga porque "la fiesta no entiende de edades". A muchos veinteañeros que alucinaron con las primeras fiestas, la Aste Nagusia que ven ya cuarentones les parece "una fiesta más, con más gente". Entre los que siguen a pie de txosna, la nostalgia les endulza los recuerdos. "Los primeros años nadie miraba el programa, sólo saliamos a la calle. Entonces tuvieron algo mágico. Ahora han perdido frescura". Si han ganado en algo es en extensión: la fiesta salió hace tiempo del Casco Viejo y se expande por el Ensanche e Indautxu. El programa ignora el aniversario, pero reserva una discreta celebración para el final: el programa oficioso habla de una tarta con 20 velas en la despedida de Marijaia.
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