_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Verano / 5

Juan José Millás

Como ya venía siendo habitual, hubo a la hora de la siesta un terremoto al que sólo sobrevivimos mi hipoteca y yo. Podría haberla cancelado, pero me pareció que era un seguro de vida. Mientras te duele la hipoteca no te molestan otras cosas. Muchos propietarios se mueren al día siguiente de liquidar el crédito, porque él te devora a medida que lo saldas. En términos biológicos, se trata de una relación semejante a la de la mantis religiosa con su macho: la hipoteca te tolera mientras le proporcionas el jugo seminal, pero cuando se termina el amor, abre la boca y te mata de un infarto o de una depresión aguda, pues una vida sin crédito, sobre todo si has dejado de fumar, carece de sentido.Hubiera preferido perder un riñón a que desapareciera la hipoteca. Por fortuna, estaba prácticamente intacta, pues lo único que había pagado hasta el momento eran intereses: el capital continuaba como el primer día. No digo que no me diera pena que nos hubiéramos quedado solos en el mundo, pero me consolaba mucho hablar con ella como antes de la catástrofe discutía con mi gata, y creo que me entendía. De hecho, la relación comercial se fue transformando poco a poco en un trato familiar semejante al que se tiene con un animal doméstico. Le puse de nombre Hipoteca, y le encantaba colocarse boca arriba para que le rascara los bajos.

Un día me eché a dormir después de comer y le dije a Hipoteca que me despertara a las seis. Me llamó a las seis y media, por los intereses, y al abrir los ojos pregunté a mi mujer cuántos años nos faltaban para terminar de pagar la casa. "Veinte", dijo. Entonces, pensé yo, puedo volver a fumar. No me moriré de esto mientras goce de la protección de Hipoteca. Y de ahí es de donde he sacado fuerzas para regresar al tabaco, cuya ausencia me había puesto triste.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_