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Reportaje:EXCURSIONES: CABEZAS DE HIERRO

Otro punto de vista sobre las cumbres

El ascenso a la segunda cima más alta de la región permite apreciar los estragos del esquí en la sierra

En un artículo de La Ilustración Artística de 1886, el maestro Giner evocaba un anochecer en los cerros de las Guarramillas diciendo: "Castilla la Nueva nos aparecía de color de rosa; el sol, de púrpura, detrás de Siete Picos, cuya masa dejaba en sombra el valle de Segovia, enteramente plano, oscuro, amoratado, como si todavía lo bañase el lago que lo cubriera en época lejana. No recuerdo haber sentido nunca una impresión de recogimiento más profunda, más grande, más solemne, más verdaderamente religiosa". Mucho más tenebroso que aquel ocaso es el panorama que hoy contempla el excursionista subiendo de mañana por las Guarramillas.Negros nubarrones se ciernen sobre las Guarramillas desde que la Consejería de Medio Ambiente autorizó, contra el parecer de fiscales y ecologistas, la sustitución del viejo telesilla por otro más célebre y capaz, y la reconstrucción de un restaurante de los años cincuenta junto a la estación terminal del mismo, como si no fueran suficientes los rancios comedores que hay en el puerto de Navacerrada. Añádanse estas obras a la ya larga lista de desaguisados paisajísticos: el zoco moruno instalado en el aparcamiento; los bloques de apartamentos decrépitos; las pistas desnudas de vegetación; los cables y postes roñosos de una docena de remontes..., y se comprenderá cuán lúgubre se presenta el panorama en la confluencia del pinar de Valsaín con el macizo de Siete Picos y la cuenca alta del Manzanares, que supuestamente es la joya de la naturaleza madrileña.

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El excursionista (que sólo pisa las Guarramillas en verano y con harto recelo) no sabría decir si estas obras son legales o no, pero tiene para sí que los hombres deberían pasar por las montañas sin dejar más rastro que aquel que resulta de acuclillarse tras un pino. Y que las mismas buenas razones que hubo en su día para prohibir el uso de motos y vehículos todoterreno por los montes de la región, haylas ahora para restringir la práctica del esquí de pista, y su excesivo aparato, en favor de otras modalidades -esquí de travesía, de fondo...- que no importan la desfiguración del paisaje.

Mercachifles y churreros

Del puerto de Navacerrada, de la algarabía de mercachifles y churreros, sale huyendo el excursionista por la calle asfaltada que sube por detrás del restaurante Dos Castillas, para enseguida enlazar con una pista de hormigón -el antiguo camino de los Ventisqueros- que le conduce en tres cuartos de hora hasta el raso donde se están acometiendo las obras de marras. Poco más adelante, sobre la más alta de las Guarramillas (2.268 metros), se alza la emisora de televisión de la Bola del Mundo, hacia la que dirige sus pasos.Rodeando este edificio -que tampoco es pequeña fealdad-, el excursionista continúa hacia levante por la divisoria de aguas, entre el alto Manzanares -a manderecha- y el valle del Lozoya -a la siniestra-, desde la otra ladera del cual, Peñalara, que se eleva portentosa al septentrión, le muestra los ominosos chirlos que las pistas de Valcotos le han marcado en la faz. Siempre por el filo de la sierra, rebasa el excursionista el collado de las Guarramillas y trepa al cerro de Valdemartín -2.159 y 2.278 metros, respectivamente- dejando a la izquierda las pistas de Valdesquí; pasa un nuevo collado y encara a continuación un repechón de dos kilómetros para llegar, a unas tres horas del inicio, a Cabezas de Hierro. Primero corona la Menor (2.374 metros) y, acto seguido, la Mayor (2.380), que es la cima más alta de la región después de Peñalara (2.428).

Desde estos pedregales gemelos de gneis -con algo de hierro magnético: de ahí su nombre- se explaya la vista al mediodía por toda la llanura madrileña; a levante, por la Pedriza de Manzanares; al norte, por los montes Carpetanos hasta la Somosierra. Y dicen los viejos montañeros, en son de chanza, que algunos días, los más diáfanos, se divisa Londres... En todo caso, el panorama se ve infinitamente más claro que desde las borrascosas Guarramillas.

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