Discriminación
Hay generaciones que se acuestan jóvenes y se levantan viejas y derrotadas. Dejaron tras de sí lo más sincero que la vida nos brinda: la juventud. Y estas generaciones de las que hoy les hablo se encontraron un mal día, con el paso de los años y el embarramiento de los sueños, con que aquellas ideas que defendieron en sus años más vibrantes se travistieron en decepciones y desencantos para mayor sufrimiento de sus días más grises. Esta imagen me asaltó hace pocos días en Varadero, Cuba, cuando unos cubanos de unos 50 años no fueron admitidos en un hotel de la cadena isleña Horizonte porque los cubanos no pueden alojarse en hoteles donde residan extranjeros. Eran cubanos residentes en la isla. Cubanos que abrazaron los sueños de la revolución cuando mejor se puede hacer y soñar una revolución: en el sobresalto risueño, confiado y sincero de la juventud. Fue entonces cuando pensaron que algún día por las tuberías de la isla manaría leche, que en los campos de caña crecería el caramelo dulzón de una infancia feliz, que el igualitarismo social y económico harían más humano al médico especialista y al barrendero del malecón, que la cubanidad ni se compra ni se vende, sino que se conquistaría, por encima de la prepotencia norteamericana, dando tiros, si así lo exigía la historia, en los Cinco Picos del Escambray. Y ellos vivieron todo aquel hermoso sueño creyéndoselo e interpretándolo. Para que, al cabo de los años, una simple plaza hotelera en Varadero les convenciera de que el cubano en Cuba tiene menos derechos que un extranjero. Carmen, la secretaria de Gaspar Zarrías, no daba crédito a lo que le contaba hasta que asistió a otra situación similar en El Patio, al lado justo de la catedral habanera. La discriminación institucional cubana respecto al cubano es verdaderamente revolucionaria puesto que se inventó y patentó en la isla. Y sólo allí se ejecuta. Esta disposición del Ministerio de Turismo que veta al cubano para poder alojarse en un hotel incluso si es invitado por sus familiares que llegaron de otras tierras con dólares en el bolsillo y lágrimas de nostalgia en sus pañuelos, es más efectiva para enfriar los sueños que mil gusaneras. Porque va dirigida directamente hacia aquel corazón que paría la era.
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