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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Milenarismo "tecno"

El problema informático del año 2000 es demasiado serio para ignorarlo y demasiado importante para contaminar los avisos prudentes con un nuevo milenarismo tecno que utiliza la informática para revivir temores medievales. Seguramente, el 2 de enero del 2000 nos harán gracia los actuales anuncios de catástrofes sin cuento que no habrán sucedido. Pero el problema tiene la suficiente dimensión para que sea una grave imprudencia no actuar preventivamente.El peligro de un caos mundial el primer día del 2000 se basa en que los programas antiguos que tienen escritas las fechas anuales con dos dígitos -el 94 se lee como 1994- cuando llegue el fatídico día interpretarán el 00 como año negativo o que está en el 1900 y no en el 2000. La primera advertencia sobre el problema llegó de una gran empresa aeronáutica norteamericana que en 1993 localizó problemas en sus pedidos a siete años vista. Sus ordenadores no reconocían la fecha. En Estados Unidos se calcula que un 35% de las empresas ya han experimentado hasta ahora disfunciones achacables a este problema. De no corregirse este error, los bancos ya no podrían ahora estar calculando hipotecas a largo plazo o los aparatos que tengan automatizados sus periodos de revisión se pararán al creer que el técnico de mantenimiento no ha pasado desde principios de siglo.

Hay, pues, que revisar los sistemas informáticos. Una tarea que no puede dejarse para el último día, porque incluso los programas más simples suponen millones de líneas de órdenes que deben comprobarse. Ello no obliga a poner todos los suministros informáticos bajo sospecha. El veloz ritmo de renovación del parque en este sector hace que muchas empresas, sin saberlo, ya no tengan este problema, porque sus nuevos equipos y programas ya lo han resuelto de fábrica. No obstante, el aumento del trabajo en red puede causar problemas al usuario precavido que tenga que trabajar en conexión con otro imprudente que no haya comprobado si la panza de su sistema informático estará en condiciones de revista el 1 de enero del2000.

Muchas empresas ya han puesto en marcha los lentos sistemas de revisión. Sólo en Estados Unidos se calcula que los gastos para resolver el problema ascenderán a 600.000 millones de dólares. Un precio que se estima inferior a la cifra que moverán los litigios por perjuicios por esta razón. Litigios que serán más sorteables si se demuestra que se ha actuado preventivamente de manera razonable. En Europa, la revisión, para muchos, ya venía forzada por los cambios que supone la introducción del euro.

El zafarrancho que supone este problema tiene otros efectos. Indudablemente, empuja la ya de por sí veloz renovación de equipos. Este apremio sobre el mercado ha hecho que algunos sospechen que la alarma mediática está alentada por las propias empresas informáticas. Es poco probable, porque el problema proyecta una penosa imagen de fragilidad sobre una tecnología que imparablemente sustenta la vida en los países desarrollados. Por otra parte, una legión de programadores que podrían estar trabajando en procesos creativos se ven obligados a tareas de revisión, y las empresas deben desviar una parte de su presupuesto a evitar en su casa esta descomunal avería.

Algunos países se han propuesto hacer virtud del defecto. El Gobierno británico quiere adscribir a este necesario ejército de cazadores de errores a los segmentos de población alejados del mercado laboral, como pueden ser los jóvenes o las amas de casa. La Administración española ha iniciado con retraso el chequeo de sus propios sistemas, pero en este horizonte los más desvalidos no son tanto los usuarios domésticos como las pequeñas y medianas empresas sin departamento informático, que tienen dificultades para evaluar su propia situación y discriminar la receta más acertada de las muchas que hay en el mercado. Indudablemente, aquellos usuarios que trabajen con sistemas de dudoso origen o pirateados ni tan siquiera tendrán la ocasión de discutir con su proveedor quién paga la factura de la revisión.

Detectar el problema no es fácil, porque muchas fechas están enmascaradas -no salen impresas, aunque son un dato clave de funcionamiento- y porque hay una cuota considerable de consecuencias imprevistas. Sin apelaciones a un apocalipsis tecnológico, la cercanía del 2000 pide una tutoría seria de los sistemas informáticos antiguos. No todo termina, por otra parte, en el 2000, ya que hay programas cuyo año pivote es 1930 o 1920, y éstos sufrirán las mismas consecuencias 30 o 20 años más tarde; aunque seguramente para entonces habrán dejado de existir.

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