Vergüenza
Lo confieso: a veces me avergüenzo de ser periodista. Y eso me ocurre porque, de vez en cuando -mea culpa-, veo algún que otro programa en televisión en el que mi profesión queda por los suelos, algo que ocurre precisamente, no sé por qué, en los espacios que mayor audiencia tienen. Pues bien, hace poco veía esa tertulia televisiva llamada Tómbola y observé cómo una periodista y una famosilla se tiraban los trastos a la cabeza, basándose en todo tipo de acusaciones: la supuesta opción sexual de una de ellas -parece mentira que esto siga siendo utilizado como un insulto-, la al parecer escasa propensión a la actividad laboral del marido de la otra, etcétera. Hasta ahí, nada fuera de lo normal; patético, eso sí, pero dentro de lo que cabe esperar de un circo como Tómbola que todos vemos, consentimos y pagamos.Mi indignación viene con lo que ocurrió a continuación cuando, una vez finalizada la acalorada discusión de patio de vecinos, otro de los periodistas participantes en el programa intervino para, en posesión de la verdad más absoluta, alabar la intervención de la famosa ante los ataques a los que se había visto sometida y sentenciar que su comportamiento había sido en todo momento ¡ejemplar!
¿No es la primera regla de un periodista intentar ser lo más justo y objetivo posible? ¿No habría que haber censurado el bochornoso espectáculo que acababan de protagonizar famosa y periodista en el plató o, en todo caso, levantarse y marcharse como protesta ante tan esperpéntica muestra de educación, buenas costumbres y saber estar? Pues no; parece que lo que había que hacer era olvidarse de la objetividad y salir, a toda costa, en defensa de amigos o allegados.
Eso podrán ser muestras de amistad, interés o lo que se quiera, pero no es periodismo. Es aprovecharse del privilegio que supone poder disfrutar de protagonismo en un medio de comunicación para lanzar opiniones sin fundamento, olvidándose del respeto que se merecen los telespectadores que desde sus casas están siendo salvajemente agredidos. Por eso, cuando me preguntan que a qué me dedico se me hace difícil contestar que soy periodista, porque temo que alguna vez me identifiquen con el del bigote.-
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