_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Racismo

MANUEL TALENS El pasado 19 de julio este periódico publicó un reportaje con título de película de Bruce Willis: "RAHOWA, la guerra sagrada". Se decía en él que los Estados Unidos -ese país basado en la violencia, en la supremacía de los blancos y en la democracia de las grandes compañías multinacionales-, cuenta con medio millar de grupos racistas empeñados, a golpe de internet y de discos y conciertos rock, en llevar hasta sus últimas consecuencias lo que llaman la Sagrada Guerra Racial (RAHOWA es un acrónimo de Racial Holy War). El texto era espeluznante, descriptivo, pero eludía cualquier tipo de análisis. Por su parte, el suplemento de la Comunidad Valenciana se ocupaba de una noticia que, si bien no parecía tan grave, sí trataba de igual tema: el racismo. Resumiendo, al alcalde de La Vila Joiosa le habían pegado dos tortazos por fomentar en el casco antiguo el asentamiento de familias gitanas, asociadas por lo común con la delincuencia y las drogas. La agresión tuvo lugar cuando una muchedumbre enardecida acudió al funeral de un joven muerto tres días antes a manos un loco. Pero quienes atacaron al alcalde no le reprochaban que el asesino fuera eso, un loco. Se trataba de algo peor: era gitano. Entre las medidas preventivas adoptadas después por el Ayuntamiento figuran reforzar las dotaciones de Policía Local y solicitar más efectivos de la Guardia Civil, es decir, la pescadilla que se muerde la cola: racismo y represión, represión y racismo, que nunca resolverán nada, porque no se busca ni por asomo corregir las causas, sino más bien moralizar. Veamos las conclusiones subliminales que la gente "de orden" se ve abocada a sacar de estas dos noticias: 1) la igualdad entre los seres humanos es el bien y, el racismo, el mal; 2) los supremacistas blancos del Ku Kux Klan y los vocingleros de La Vila son racistas, pues no aceptan que todos somos iguales y 3) parece, pues, legítimo reprimir el racismo. Pero, ¿y si se tratara de una fricción entre clases sociales -no entre razas-, ejercida siempre de arriba abajo, nunca al contrario? ¿Qué pasaría si la Iglesia, la prensa, la televisión y todos quienes tienen voz dejasen de reducir el racismo a la categoría de pecado y explicasen a la ciudadanía por qué Michael Jordan nunca tendrá dificultades de aceptación y por qué los gitanos de Ketama serían un señuelo turístico para La Vila si mañana decidieran instalarse allí? Pues pasaría, pienso yo, que muchos de esos racistas actuales comprenderían por fin que el enemigo no es el negro, el magrebí o el gitano, sino la miseria, la incultura, el paro sin posibilidad de salida y la ausencia de distribución equitativa de los bienes de consumo. Y, quién sabe, a lo mejor algún político de esos que defienden el "España va bien" terminaría entonces por llevarse un par de hostias de muy distinto significado, acompañadas, por ejemplo, de la siguiente coletilla: "¡Ésta por sinvergüenza, y ésta para que te enteres de que hace falta más justicia social y menos policía!". Para concluir, otra pregunta indiscreta: ¿Se ha preocupado alguien de aclarar a los vecinos de La Vila por qué las mafias rusas y los acaudalados traficantes árabes de armas invierten sus ganancias ilícitas en Benidorm o Marbella sin que nadie parezca interesarse por el origen de dicha riqueza ni sufran de racismo?

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_