Un muñeco que data
Juan Goytisolo nos recuerda en Coto vedado que espulgar genealogías, actividad a la que tan aficionados somos por estos pagos tanto los que datan como los que no, se reduce a descubrir la existencia final de personajes linajudos en las bíblicas figuras de Adán y Eva. Fuera de este hallazgo capital e incontrovertible, las arborescencias y frondosidades de los troncos materno y paterno tampoco suelen prolongarse a ese limbo original conocido eufemísticamente por la noche de los tiempos. La segunda parte de esta centuria que ahora se agota pasará a los anales festivos como el siglo en que Celedón se presentó al mundo. Corría 1957, cuando nueve babazorros decidieron lanzar colgado de un cable -desde Cayo San Miguel- al muñeco Pepito, mascota de su cuadrilla de blusas, rememoración del atuendo de los labradores alaveses de vaya usted a saber. La Blanca daba otro cambio de rumbo. Unas fiestas, iniciadas con repiques de campanas, recibieron fenomenal impulso. Pronto la Plaza neoclásica planeada por Olaguibel se fue quedando pequeña a medida que se ensanchaba la ciudad y el jolgorio hubo de trasladarse a la vieja y vecina Plaza de la patrona o del Mentirón (1971). Donde un cohete, con atronador ruido, pone en órbita al muñeco que desciende para convertirse en babazorro. Durante el trayecto activa la fiesta y hace sonar la música. Se encienden puros, se descorchan botellas -de cava y brebajes varios- que tanto incomodan a los guardianes de las esencias locales, agitándose los brazos. Ya no interesa que sea leyenda, pura invención, que se llame Celedonio Anzola y haya nacido en Zalduondo o en Andagoya. Es vecino de Gasteiz y constructor de morada nueva. Tampoco importa que su pañuelo sea rojo, a cuadros e incluso amarillo Pantani. La lógica de Ignacio Aldecoa y la meteorología hubieran exigido una casa con ventana y mirador, pero la rotundidad de la rima pide otra sílaba. Su figura se adapta bien a las hechuras de la ciudad, por su apego a una reinventada tradición, su pasado rural y esa generalizada creencia en que la alegría puede bajar del cielo. Cuarenta y un años haciendo, funambulismo contagiaron Álava de réplicas: El Brujo en Nanclares de la Oca, El Katxi en Oyón... Celedón -jocundo y socarrón- desciende del bucólico limbo de su rústico hogar al asfalto ciudadano para perderse en el tráfago callejero. No llega -como otros antepasados- de domingo; viene de batalla, dispuesto a correrla... Es posible que su blusa lleve llamativa pegatina comercial e incluso una más reivindicativa, el pantalón mahón o mil rayas pronto tendrá algún descosido, y sus abarcas ahora sean de marca... La txapela y el modesto hatillo para reponer fuerzas, la bota llena con caldos de acreditada bodega riojana y el enorme paraguas de cashero, tal vez se hayan perdido por esos aeropuertos de... Probablemente tendrá algún encuentro con la Autoridad, a pesar de la dulcificación de las ordenanzas, y arrastrará la faja y alborotará con su canción sin dar tregua al cansancio hasta su regreso, el próximo lunes, ya de madrugada al surco rutinario.
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