Clinton promete ofrecer un testimonio "completo y verdadero" sobre Lewinsky
El presidente Bill Clinton manifestó ayer que no piensa decir una sola palabra sobre el caso Lewinsky hasta que no preste declaración ante el fiscal independiente, Kenneth Starr, el próximo 17 de agosto. En su primer comentario público sobre el caso, Clinton prometió que su testimonio sería "completo y verdadero". "Pero espero que comprendan que ni puedo ni debo realizar más manifestaciones sobre estos asuntos", añadió. Su breve declaración se produjo a mediodía en los jardines de la Casa Blanca tras una intervención sobre la economía estadounidense.
Al término de la declaración, los periodistas acreditados en la mansión presidencial comenzaron a gritar sus preguntas al primer mandatario. En medio del guirigay, Clinton levantó las manos y exclamó: "Esperen, esperen". "Nadie más que yo, y quizás el pueblo estadounidense", dijo, "desea dejar atrás este asunto". "Espero con impaciencia la oportunidad de prestar declaración en los próximos días. Estoy ansioso de prestar esa declaración, que será completa y verdadera. Pero, espero que comprendan que mientras tanto no puedo ni debo realizar más comentarios sobre este asunto", terminó. Y con esa frase, dio media vuelta y desapareció en el interior de la Casa Blanca, mientras los periodistas seguían lanzando inútilmente sus preguntas, entre las que se pudo oír claramente la del corresponsal de la cadena ABC, Sam Donalson, que gritó: "Señor presidente, ¿está dispuesto a someterse a una prueba de ADN?". La pregunta de Donalson, que, como todas, tuvo la callada por respuesta, puso el dedo en la llaga porque todo el interés del caso, en estos momentos, se centra en un misterioso vestido, aparentemente con manchas de semen, entregado como prueba por Monica Lewinsky a Starr y que el fiscal ha enviado al laboratorio del FBI (siglas en inglés de la Oficina Federal de Investigación)para su correspondiente análisis. Según fuentes legales cercanas al caso, Lewinsky pretende que las manchas corresponden al semen de Clinton. Según expertos consultados, el FBI será capaz de determinar en 24 horas si en realidad existen manchas en la misteriosa prenda -intensamente buscada desde el pasado enero por los agentes federales y hasta el miércoles en manos de Marcia Lewis, madre de la ex becaria-, y en otras 48 horas podrá dilucidar si contienen semen o algún otro fluido. Para averiguar si el posible semen pertenece al presidente sería preciso realizar a Clinton una prueba de ADN. ¿Accedería el primer mandatario a someterse a esa prueba para la que sólo es necesario un análisis de sangre o de saliva? En opinión de especialistas legales, el presidente no tendría más remedio que dar su consentimiento. Aparte de la extrañeza que una negativa causaría a la ciudadanía dada la insistencia de Clinton en negar bajo juramento cualquier relación sexual con Lewinsky, la legislación vigente deja pocas opciones al presidente. El profesor Paul Rice, catedrático de Derecho de la American University, declaró a EL PAÍS que, si Clinton no accediera voluntariamente a someterse a la prueba, Starr podría acudir a los tribunales para obligarle. El escándalo político estaría servido. A medida que se desarrollan los acontecimientos se comprueba la habilidad del fiscal especial para poner a Clinton contra las cuerdas. Toda la iniciativa desde la pasada semana ha pasado a manos de Starr y ahora se comprende con claridad meridiana la decisión del fiscal especial de conceder inmunidad total procesal a Lewinsky y a su madre, una medida dentro de la legalidad vigente, pero rara vez aplicada.
Pruebas materiales
Es muy dudoso que Clinton se hubiera prestado a declarar bajo juramento ante Starr el próximo día 17 -una decisión adoptada para evitar la humillación de una comparecencia presidencial ante el gran jurado-, si él o sus asesores [no] hubieran conocido la existencia de posibles pruebas materiales en manos del fiscal especial. Las filtraciones sobre la existencia del vestido mantienen al equipo jurídico del presidente en tensión permanente. No saben si Starr tiene otras pruebas materiales ocultas para presentar al gran jurado en fecha posterior y ya no pueden basar su estrategia, como hasta ahora, en simplemente oponer la palabra bajo juramento de todo un presidente de Estados Unidos a las declaraciones, a veces contradictorias, de una ex becaria. El suspense está, pues, servido.
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