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Crítica:FESTIVAL DE PIRINEOS SUR
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

De la ceca a la meca

Fue difícil digerirlo. El programa que Pirineos Sur preparó para la noche del jueves tuvo dificultoso trasiego. El menú iba de jazz aterciopelado y música de trabajo de las minas surafricanas, con lo que atar cabos se ponía de lo más difícil. Intentaron hacerlo las más de 1.000 personas que se dieron cita en el auditorio natural de Lanuza, hermanadas todas ellas por la ropa de abrigo y la titánica idea de casar intimismo y minería zulú. Lo pusieron todo en el empeño, de suerte que acabado el doble programa, la parroquia pareció habérselo pasado bien. Y es que la voluntad mueve montañas.Abdullah Ibrahim puso la sensibilidad. Con la sapiencia propia de un artista que ha puesto su piano al servicio de los mejores, compareció en formato de trío, y su actuación fue de menos a más, atrapando en su telaraña a un público que quizás no esperaba un concierto de jazz en sentido estricto. No había ni humo ni sudor, pero a la postre tampoco resultaron necesarios.

De un escenario demasiado grande para albergar susurros, el pianista surafricano logró olvidar el contexto y lució su forma de acariciar las teclas, dóciles traductoras de melodías y fraseos quebradizos de tan dulces que eran. La música, demasiado íntima para las distancias, fluía lenta y matizada, cosida por los pespuntes de un batería que más que marcar sugería el ritmo.

El contrabajo acústico puso los acentos fuertes y así, con sólo tres instrumentos, el concierto fue captando adeptos. Lejos de adormecer al respetable con una música difícil de disfrutar en un escenario grande y distante, las baladas y blues de Abdullah acabaron por hacerse con los destinos de la noche. Realmente deliciosa la actuación de este artista. No era su lugar aquel escenario, pero convenció a base de sutileza en clave de jazz para las distancias cortas.

Entonces, tocaba la pirueta. Tras hora y cuarto de música para el arrebujamiento llegaban Ladysmith Black Mambazo para orientar hacia lo étnico la noche. Diez eran diez y disipando la quietud de Abdullah lucieron camisas multicolores y calzado blanco que remarcaba el movimiento de los pies. Cantaban canciones de trabajo, sonidos tradicionales, y el público intentó cambiar el chip.

Entrega

Los 10 surafricanos les ayudaron con su absoluta entrega, demostración de facultades vocales y chocantes coreografías basadas en el movimiento retráctil de las piernas. Le pusieron tesón al tema y, llevando al público de la ceca a la meca, lograron que unos cuantos aún tuviesen ganas de más, tras el bis.Aún con todo, la actuación del grupo vocal encabezado por Joseph Shabalala fue acogida con más simpatía que interés por el respetable, cuyo número fue disminuyendo a medida que avanzaba el concierto. Quién sabe si el frío y la humedad, el buen sabor de boca dejado por Abdullah Ibrahim o el déjà-vu que acompaña las actuciones de Ladysmith provocaron que el final de esa actuación no fuese lo apoteósico que la popularidad del grupo surafricano hacía presagiar.

Desde luego, el cambio de registro estilístico entre los dos artistas del cartel acabó perjudicando a los segundos, cuyo floreado paso por el escenario flotante de Lanuza no quedará inscrito como podría haberse previsto en los anales del festival. De todas formas, el doble cartel dio mucho más juego del esperado y Pirineos Sur consumió otra jornada, a la espera de despedirse hoy con Randy Weston & Master Musicians of Gnawa.

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