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VERANO 98

Poeta en dos lenguas

RETRATOS

Hace veinte años Ataúlfo Barroso emprendió la paciente tarea de traducir el Romancero Gitano de Federico García Lorca al caló. Libañiró caló eran las dos palabras que lucían en la portadilla del manuscrito. Fue un trabajo de relojero. Ataúlfo -después de 35 ó 40 años dedicado al espectáculo flamenco, autodidacta, granadino del bajo Albaicín- reinventó las palabras que no aparecían en los descuajaringados diccionarios que encontró, otras las obtuvo de los tratantes de ganados y él añadió, o supuso, la gramática. A fuerza de declamar los romances una y otra vez los conocidos recitábamos aquellas eufónicas letanías como si fueran ensalmos: "Pipindorio Ferminichas Heredia,/ chaborró ta dujida e Camborios...." , o lo que es lo mismo: "Antonio Torres Heredia,/ hijo y nieto de Camborios....". Después de haber ejercido como cantaor, como director artístico de salas de fiestas -el Rey Chico, entre ellas-, de haber recorrido Europa con la compañía de la bailaora Mariquilla y regentado un chiringuito en la costa ni él mismo sabe bien qué es más, si poeta popular, recopilador de pregones, pregonero artístico, rapsoda, cantaor retirado o parte de la memoria viva de una época. Ataúlfo sale a pasear con su grabadora bajo el brazo. Allí están su voz y sus versos. "Escribo muy rápido. Hago un poema en un rato. El otro día me llamaron de una urbanización para que le echara un piropo. Antes fue una casona, en ella los inquilinos organizaban verbenas, colocaban cruces de mayo. El edificio fue a menos hasta que desalojaron a los vecinos y construyeron la urbanización. "Échale un piroro", me dijeron. Y allí está. Han colocado el poema en una placa". Ataúlfo -que se sabe la lista de los reyes godos en los dos sentidos, del primero al último y del último al primero- tiene tres libros inéditos. El primero se llama Vivencias de mi tierra, es su favorito y lo tiene en castellano y caló: "¡Ay, mi Carrera del Darro/ en un largo atardecer!/ Río de oro en letargo,/ paisaje y olor a laurel". El segundo se titula Cristales opacos y el tercero viene en camino. En una grabación aparecida recientemente -Granada canta por tangos- Ataúlfo entona viejos pregones. Tiene recopilados unos 160: el de los higos isabeles, el del trapero, el de las varas de nardos y los alhelíes dobles. Ataúlfo hace una demostración: "¡Naranjillaaaas! ¡Naranjas de la reina y de Almeríaaaaaa!". "Yo no sabía que era rapsoda... Escribo a lo que veo: a los cármenes, a los aljibes. Son plegarias, dolencias sobre aquellas vivencias antiguas". Ataúlfo es también un pozo de memoria. De Juanillo, El Gitano y de Pataperro aprendió a cantar las zarabandillas, unas coplas flamencas de tono pícaro, propias del Sacromonte, que aliviaban la monotonía de las grandes juergas. A las letras de la tradición él ha añadido cuarenta o cincuenta de su propia cosecha. -Diga una, Ataúlfo, pide el cronista. -No, las mías no se pueden escribir, son muy fuertes. -Pues alguna de las viejas, de las de Pataperro. Ataúlfo duda. Mira el fondo de la taza, abre la boca para pronunciar algo pero se arrepiente. Al final se hace a la idea de que está en una "fiestas antigua", de las que han desaparecido, y recita: "Tú vas pregonando tu orgullo,/ porque yo no te atiné./ Pues otro día me pondré/ un farol en el capullo/ y en los huevos un quinqué".

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