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FESTIVAL DE JAZZ DE SAN SEBASTIÁN

Completa miscelánea sonora en una larga jornada de puertas abiertas

Tras dedicar sendas sesiones a los artistas del sello discográfico Verve y a la música surafricana, San Sebastián reservó la penúltima jornada de su Festival de Jazz para rendirse un merecido autohomenaje. Nada menos que nueve actuaciones con entrada libre llevaron hasta los tres escenarios elegidos a un verdadero aluvión de público. No se pudo pedir más variedad en una jornada en la que la música tuvo un penetrante aroma urbano.

El salón de plenos del Ayuntamiento presentó dos magníficos conciertos de jazz, mientras la subterránea sala de exposiciones albergaba a tres formaciones nacionales de hip hop y los jardines de Alderdi Eder recibían a un coro de gospel, un grupo de música latina y una banda de rythm & blues entendido a la manera moderna.A lo largo del festival se había mantenido abierto un taller de graffiti y danza hip hop dirigido por Dzine, un prestigioso y acérrimo defensor de esta forma de cultura tan a menudo cuestionada. Para muchos, el hip hop es apenas una manifestación anecdótica y coyuntural que ni siquiera puede considerarse música; otros, incluido el veterano batería de jazz Max Roach, advierten que es un movimiento surgido de los mismos barrios humildes, inquietos y creativos, que promovieron años atrás revoluciones en el jazz y otras artes. De cualquier forma, la masa de adolescentes que colapsó las actuaciones de Los Verdaderos Kreyentes de la Religión del Hip Hop, El Club de los Poetas Violentos, DJ"s y Parafünk confirma que este fenómeno merece, cuando menos, un poco de respeto.

Para hacerse idea de la filosofía combativa que alimentó la propuesta estética de Los Verdaderos Kreyentes basta con citar alguno de los títulos de su repertorio: La puta poesía, Violencia brusca o A hostias y sin flores. Lo divertido era que mientras estos descreídos arremetían contra todo y no dejaban títere con cabeza, a pocos metros un candoroso grupo de gospel entonaba encendidas plegarias a Dios con fe inquebrantable. Lejos de extremos, el extraordinario trío de José Luis Gutiérrez confirmaba que el joven jazz español exige ya muy seria consideración.

Sinceridad expresiva

Conviene detenerse en este saxofonista vallisoletano no sólo por su espléndida técnica y su sinceridad expresiva, sino sencillamente porque es un artista íntegro que amasa emociones en lo más profundo para luego transmitirlas a flor de piel. La referencia de su excelente disco de estreno, Núcleo, grabado para el sello Fresh Sound New Talent, palideció comparada con una plasmación en vivo poderosa y valiente, descarnada pero exquisita.El contrabajo atento y dinámico de Baldo Martínez y la batería plural y acuciante de Nirankhar Khalsa le brindaron ese apoyo incondicional y firme que necesita un proyecto que aspira a todo sin fijarse metas. No es en absoluto exagerado decir que el blues lento que el saxofonista tocó con el alto en recuerdo del añorado Tete Montoliú, rematado por una tremenda coda en solitario, ha sido una de las cimas de un festival cuajado de grandes nombres. José Luis Gutiérrez es sin duda un elegido de la música.

El otro concierto de jazz de la jornada, protagonizado por un cuarteto al mando del también saxofonista Andrzej Olejniczak, deparó menos sorpresas pero recordó la consistencia de este polaco polifacético, residente en Bilbao desde hace muchos años. También más que correcto resultó el cumplido repaso a la música latina que planteó la banda Calle Caliente, formada por eficientes músicos españoles y caribeños. Su tropical oferta sirvió además para orientar la noche hacia otros orbes sonoros, en concreto al del cóctel de músicas negras que practica con considerable éxito comercial Tribal Jam.

El numeroso grupo multirracial, vendedor masivo de discos en Francia, aparecía descrito en las notas informativas como quintaesencia de la cultura hip hop, pero su dilatado concierto sólo confirmó las previsiones muy al final y sólo de refilón, porque antes había ofrecido un cruce de funk, soul, acid jazz y rap: para abreviar, lo que viene denominándose groove music. La idea no tiene nada de original, pero a quien la música le resultase insuficiente siempre podía concentrarse en las vistosas acrobacias de dos hermanos de origen zaireño y apellido fúnebre, N"Tumba, pero muy vital concepto de la danza.

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