Europa se desentiende de la seguridad nuclear de Rusia
Un informe alemán advierte de la "vergonzosamente escasa" contribución occidental para atajar los riesgos derivados del descontrol del material atómico en la antigua URSS
Los riesgos de que se produzcan robos en los depósitos de materias nucleares de Rusia son enormes, se incrementan con la crisis económica y superan hoy tanto la capacidad de control de las instituciones rusas como de las organizaciones internacionales. Ante el peligro de proliferación que representa la herencia nuclear de la antigua Unión Soviética, Occidente hace bastante menos de lo que podría, si se exceptúa a Estados Unidos. En comparación con este país, la contribución de Alemania, Francia, Reino Unido, Japón, Suecia y Noruega es "vergonzosamente escasa", teniendo en cuenta la "gravedad de los riesgos" y la capacidad tecnológica y económica de estos países.A estas conclusiones han llegado los expertos Joachim Krause y Erwin Häckel, del Instituto de Investigación de la Sociedad Alemana de Política Exterior (SAPE), en un informe titulado ¿Hacia el caos nuclear? La deficiente seguridad de las materias fisionables susceptibles de uso bélico en Rusia y la CEI.
El documento insta a la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA), a la Sociedad Atómica Europea (Euratom) y a Alemania en particular a participar más activamente en mejorar la seguridad de los materiales nucleares en Rusia. También propone que la comunidad internacional ejerza presión sobre Rusia para que permita la ayuda y control internacional de sus instalaciones nucleares si ella misma no puede controlarlas.
Bernd Schmidbauer, el máximo responsable de los servicios secretos alemanes, elogió la investigación de Krause y Häckel en un simposio sobre la criminalidad internacional (incluido el tráfico de isótopos radiactivos) que se celebró al filo de la última visita del presidente Borís Yeltsin a Bonn y que reunió a un vicedirector del FBI y a representantes de la CIA y del Departamento de Defensa estadounidense, así como a vicejefes del Servicio Federal de Seguridad (ex KGB) y del Ministerio del Interior de Rusia.
Alemania, ensimismada en el debate sobre el uso de la energía atómica y limitada por su condición de potencia no nuclear para inmiscuirse en temas bélicos, practica una política de avestruz ante los materiales nucleares de la ex URSS. El informe de la SAPE considera "sorprendente" el contraste con las movilizaciones de centenares de miles de personas que salían a la calle hace 15 años para protestar por la instalación de misiles de la OTAN.
Krause y Häckel creen que, "sin ayuda internacional, Rusia no estará en situación de mantener seguro su material nuclear". En condiciones óptimas, el sistema para controlar objetivamente los arsenales nucleares que Rusia está introduciendo tardaría al menos cinco años en dar resultado. Rusia no sabe cuáles son sus existencias de plutonio y uranio altamente enriquecido, las materias nucleares susceptibles de uso bélico. Esto se debe, por una parte, a la falta de una clara separación del sistema nuclear militar y civil, y, por otra, al método de contabilidad soviético, que permitía a los institutos nucleares descontar sistemáticamente ciertas "pérdidas" de material, tanto si se habían producido como si no. "Ni siquiera con la total publicación de los datos militares se puede reconstruir históricamente la producción total de material fisionable de la URSS", señalan Krause y Häckel. A consecuencia del desarme, se están acumulando en Rusia grandes cantidades de uranio enriquecido -"almacenadas en unas condiciones inimaginables"- que oscilarán entre las 600 y 800 toneladas en pocos años. El uranio 235 es más peligroso que el plutonio para la proliferación nuclear, porque puede manejarse con menos riesgos y utilizarse para construir un explosivo elemental. Se trata del material más buscado por los grupos terroristas, las sectas y los movimientos de liberación nacionalistas, dicen los expertos.
Hasta ahora, la ayuda internacional recibida por Rusia para afrontar la herencia nuclear de la URSS y los residuos de los arsenales transferidos de las otras repúblicas ex soviéticas (Ucrania, Bielorrusia y Kazajistán) ha procedido sobre todo de EEUU, que se planteó el tema en otoño de 1991. El programa Nunn-Lugar se ha transformado en Colaboración para Reducir la Amenaza (CTR). En este marco se destruyen armas, se ayuda al control de materias nucleares y se abordan proyectos de desmilitarización industrial. Hasta finales de 1997, EEUU había invertido más de 462.000 millones de pesetas en la CTR. Además, Washington firmó en 1993 un contrato para la compra de combustible nuclear procedente de la degradación de uranio enriquecido. Pero este acuerdo chocó con los intereses de la infrautilizada industria norteamericana de enriquecimiento de uranio y de la compañía comercial que debía gestionar el acuerdo, y, por si fuera poco, tuvo que superar la legislación para frenar la importación de uranio ruso.
La Administración de Clinton quiere poner fin a la producción de nuevos materiales nucleares bélicos en Rusia, donde siguen funcionando tres instalaciones (Seversk, Schlenogorsk y Krasnoyarsk), que conjuntamente producen al año 1,5 toneladas de plutonio militar y que deben ser reconvertidas para el año 2001.
Entre 1993 y 1997, EEUU ha preparado a más de 2.000 especialistas rusos para aplicar nuevos sistemas de control y contabilidad de materiales nucleares. En el mismo periodo, la Unión Europea, con ayuda del Euratom, ha formado a 148.
Debido a la falta de seguridad de los almacenes, el control sobre los materiales nucleares de las armas sometidas a reducción disminuye durante ciertas fases del desguace, señalan los expertos. "Las posibilidades de que terroristas, criminales organizados o Estados problemáticos puedan llegar a los materiales bélicos en Rusia o en otras ex repúblicas soviéticas son hoy muy grandes". Los robos registrados hasta ahora en instalaciones nucleares, sin embargo, no han tenido un carácter "profesional", pese a ir en aumento. Hasta hoy no está claro si el contrabando de materiales fisionables consiste en negocios reales o "simulados" por los servicios de contraespionaje.
A la hora de someter sus cifras al control internacional, Rusia ha heredado la desconfianza de la superpotencia empeñada en seguir siéndolo. Rusia no es Kazajistán, que pidió ayuda a EEUU para librarse de unos depósitos de uranio aparentemente ansiados por Irán. En una operación relámpago, los estadounidenses se llevaron casi seiscientos kilos de uranio enriquecido de aquella república centroasiática.
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