El "partenón" de los iberos
Vértigo histórico; y no sólo histórico. La visita al Turó del Pollo -vaya nombre, sí-, en el término municipal de Santa Coloma de Gramenet, permite atalayar 2.400 años de historia, y una panorámica formidable. Desde lo alto se divisa una gran parte del Vallès Occidental y el sector de la costa comprendido entre la montaña de Montjuïc y más allá de El Masnou. Abajo, el mundo es un lugar remoto desenfocado en una escala geográfica que permite soñar en otros tiempos: tiempos de dioses extraños, murallas bárbaras y caudillos. Las ruinas dispersas por esta cima a 303 metros sobre el nivel del mar constituyen el yacimiento ibérico de Puig Castellar, uno de los primeros de su género excavados en Cataluña y el más importante de esta cultura en las cercanías de la ciudad de Barcelona. Ahora es objeto de un ambicioso proyecto de investigación, conservación y musealización, orientado a convertirlo en uno de los lugares arqueológicos más espectaculares de Cataluña, enmarcado en el Parc de la Serralada de Marina. Puig Castellar constituye el "partenón de los iberos", en atrevida expresión de uno de los responsables del plan. La idea es que Puig Castellar sea el yacimiento ibérico de referencia de la población metropolitana de Barcelona, la visita obligada para ver y entender lo que era un poblado ibérico. El poblado de Puig Castellar, de unos 5.000 metros cuadrados, fue un asentamiento de la tribu de los layetanos y estuvo ocupado desde el siglo IV hasta el II antes de Cristo, cuando sus habitantes lo abandonaron precipitadamente -se dejaron cosas de gran valor, incluido un pequeño tesoro de monedas y piezas de hierro-, en el contexto de las guerras contra los romanos. Construido en diversos niveles aterrazados y rodeado por una sólida muralla, de la que se conservan partes importantes, su estructura es la típica del urbanismo ibérico, con las viviendas adosadas a la muralla y estrechas calles. Las primeras campañas de excavación en Puig Castellar fueron realizadas en 1904 y 1905 por el entonces propietario del terreno donde se ubica el yacimiento, Ferran de Sagarra, padre del escritor Josep Maria de Sagarra -que recuerda los trabajos en sus Memòries (1954)-. En 1917, Ferran de Sagarra hizo donación del terreno y de los materiales obtenidos al Institut d"Estudis Catalans -actual propietario-, que emprendió nuevas excavaciones. De las entrañas de Puig Castellar han surgido millares de objetos: cerámica, molinos de piedra, monedas y piezas de hueso y cuerno. Lo más notable es el conjunto de piezas de metal, uno de los más importantes del mundo ibérico: desde anillos, fíbulas y pinzas de depilar de bronce hasta espadas de hierro, pasando por una ingente colección de herramientas agrícolas. Del conjunto destaca una pieza única: un caballete de hierro forjado rematado en sus dos extremos por cabezas de toros. La mayor parte de estos objetos se encuentra en el Museu Torre Balldovina de Santa Coloma. Puig Castellar y el museo tendrán una relación de mutua complementariedad, según el proyecto. Los arqueólogos suponen la existencia de un área palaciega o quizá un templo en la actual aridez de la cúspide del Turó del Pollo, en la que un mortecino ciprés y unas viejas pitas brotan de un suelo yermo sembrado de piedras. El viento erosiona pacientemente las ruinas. El cuidador del yacimiento habla de bandadas de aves que lo sobrevuelan en los cambios de estación. Como debían hacerlo cuando se alzaba en todo su esplendor el poblado ibérico. Volverían al cielo los ojos los guerreros acodados en los fuertes muros decorados con cráneos de enemigos vencidos y soñarían quizá en las ignotas tierras de partida y destino de los pájaros. Hoy podemos soñar con aquellos hombres que soñaban, intentar adentrarnos en su universo, dilucidar sus horizontes, volver a levantar las paredes de sus casas y poblarlas con los útiles y el calor de la vida cotidiana. Éste es precisamente el propósito del puñado de especialistas que han diseñado el proyecto para Puig Castellar. "Tenemos tres niveles de intervención en otras tantas áreas del yacimiento", explican dos de los responsables del plan, su director, Ramon Sagués, y el arqueólogo Joan Santacana. "En la zona mejor conservada recrearemos muros, con unos volúmenes que los hagan comprensibles para el observador, una intervención relativamente clásica en la que se marca claramente los añadidos. En la zona más excavada -y por tanto de poco interés ya desde el punto de vista arqueológico-, realizaremos una intervención más atrevida, añadiendo estructuras ligeras de quita y pon sobre las ruinas, de forma que devolveremos a una parte del poblado su aspecto original. En la parte superior del yacimiento, que está prácticamente arrasada, instalaremos un área de interpretación muy visual". La idea es que el proyecto -a cargo de la Diputación de Barcelona y el Ayuntamiento de Santa Coloma- esté acabado en el 2.002, con un coste de 120 millones de pesetas. Este año se está realizando la primera intervención arqueológica y, con prudencia, los primeros trabajos pilotos de restauración.
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