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Tribuna:NOSOTROS, A LO NUESTRO
Tribuna
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Centro de España

Si no fuera periodista; mejor dicho, si pudiera no ser periodista y elegir otra profesión, sin duda me decidiría por la de contadora de los cisnes de la reina Isabel II. Contar cisnes de esbeltos cuellos, aunque pertenezcan a la monarquía británica -tan dada a encerrarte en la Torre de Londres para cortarte el propio-, se me antoja un trabajo poético: ahora mismo me hallaría recorriendo el Támesis con unos mocetones en mallas, a modo de lacayos, ocupada en contabilizar los 14.000 ejemplares que viven en el río y que son propiedad de la corona. Eso es vida, y no permanecer aquí varada, contando pendejadas.En realidad, lo que ocurre es que carezco de un sentido de la trascendencia; o sea, de un interés más allá de las cosas de este mundo.

Debería haber sido cura, o abadesa. A ellos siempre les ocurren cosas maravillosas. Por ejemplo, al padre Luis María Iradier, responsable de la capilla de Nuestra Señora del Carmen de la urbanización Les Platjetes, de Oropesa, le ha cambiado la vida muchísimo, y para mejor. Mi amigo e infiltrado de allá, el señor X, que es republicano, ateo, humanista y librepensador, me despertó el otro día para leerme, presa de un ataque de botafumeiro, las declaraciones realizadas por el cura a la prensa local, en las que detallaba la adquisición de diversos adminículos litúrgicos -entre ellos un copón- para cumplir aseadamente con los ritos católicos que ahora frecuentan José María Aznar y su Segunda Familia (no segunda suya, sino Segunda de España y Primera de Lacôste, ya saben) durante las semanas de relajo que tienen a bien tomarse cada año. Este verano es verdaderamente importante en lo espiritual, pues a nadie se le escapa que el reto que el gobernante se ha impuesto, consistente nada menos que en encontrar su propio centro y no el de Merimée, y no el de Merimée (Centro de España, podría decirse), no sólo va a desconcertar el sistema euclidiano, sino que precisará de tanta ayuda divina como sea posible conseguirle.

En sus declaraciones a Mediterráneo, dice el padre Iradier que este año han adquirido una casulla con bordados de adorno grises, así como tres estolas: una blanca, otra roja y otra verde (como ven, el colorido garibaldiano de las estolas queda compensado por el toque gris -tipo hombre normal en su modalidad locaza conciliar bordada- de la casulla). El cáliz, encargado especialmente a Valencia, se usará con fines aznarístico-eucarísticos en las ocasiones en que el presidente requiera comulgar durante su asistencia dominical a la misa de diez.

Pero hay más. Con el mogollón de personal piadoso que ora ahora en Oropesa, también el techo de la capilla se ha resentido de exceso de rezos, ahumándose las partes de mimbre a causa de tanto cirio de ofrenda como se prende en aquel sagrado recinto desde que quién más quién menos acude cada agosto en peregrinación a pedir lo suyo. Total: hay que retechar, no sea que, en una sacudida de coro gregoriano arrebatado, se vaya a desmantelar lo de arriba cayendo con estrépito y dándole al presidente en los mismos centros, o pulsos, mientras comulga con el nuevo copón a modo de Santo Grial del Centro de España, centro con bata de cola, pero cristiano y decente.

Debo de haber entrado en una etapa completamente regresiva, o bien me estoy volviendo loca. El caso es que sueño con un destino así: yo, abadesa o capellana, con un copón nuevo en la mano, lideresa de una especie de Iglesia de la Centralización, repartiendo hostias a los gobernantes centrados. Cualquier cosa, la verdad, antes que recorrer este Madrid convertido por Álvarez del Manzano en vertedero escultórico. Cada vez que el actual y espero que póstumo alcalde se saca un moco y hace una pelotilla, manda reproducirla en material perdurable y situarla en una esquina o plaza de la ciudad. Votaré a Fernando Morán, que sin duda carece de ese horror vacuo que aqueja al actual azote máximo municipal de Madrid.

Entretanto, no seré yo quien niegue que nos encontramos en el umbral de una nueva Era de la Humanidad. Hay una luz allí, al fondo, más allá de la charca; sí, más allá del jardín, en la casa de tejas rojas donde un hombre reflexiona y lee Dios sabe qué este año en curso. ¡El caballero del Centro! Veo la mesa redonda, presidida por el copón, de donde surgirá la Era del 4,5% de interés variable a un año. ¡Oropelot! ¡Oropelot!

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