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Un curso muestra las aplicaciones de la música en la medicina

La música ya no sólo sirve para entretener o amansar a las fieras. Un uso interactivo de sonidos y ritmos entre el terapeuta y el paciente permite grandes avances frente a discapacidades sensoriales, físicas y mentales, abriendo canales de comunicación según las necesidades. Se trata de la musicoterapia, una disciplina muy desarrollada en países de la comunidad europea y América, que es ahora objeto de un curso de verano de la Universidad de Cádiz, bajo coordinación de la profesora Patricia Sabbatella. La UCA ha querido ponerse al frente de su divulgación, como la única de las universidades andaluzas que posee tres asignaturas de terapia musical en tres especialidades distintas. A lo largo del mes de julio, más de 30 alumnos procedentes de áreas tan diversas como la enfermería, la educación especial o la psicología han ampliado sus conocimientos en esta ciencia. "Lo importante es trabajar en equipo", comenta Sabbatella, "atraer a profesionales de materias afines para obtener una visión global". El dilema, en contra de lo que podría pensarse, no reside en elegir entre Bach o Beethoven, jazz o rock. La musicoterapia parte del cuerpo, el instrumento musical primario, así como de la voz y otros materiales de percusión o melódicos de fácil uso. La profesora Diana Facchini, del Instituto di Formazione Musicoterapisti de Nápoles, asegura: "No es importante el concepto estético del tratamiento. La música no tiene por qué ser bella, sino captar las posibilidades del paciente. De este modo, son útiles el rumor, el ruido, los sonidos del entorno cotidiano". Los terapeutas musicales hacen hincapié en que no se trata de "una cuestión mágica".

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