Vacaciones
La muerte de Franco ha modernizado la vida rural en mucha mayor medida que la urbana. Tengo ante mí las islas Medas, siete grandes piezas graníticas dominadas por una punta de diamante blanqueada con el guano de sus infinitas gaviotas. Durante siglos fueron el nido de los piratas que asolaban el Ampurdán. En tiempos de Felipe II "bastaba la llegada de un jabeque argelino para poner espanto a toda la costa, y en mitad de los estados de tan poderoso monarca era cierto, aunque parezca inverosímil, fundar por espacio de meses y aún años, en unas islas sólo una milla apartadas de la costa, un señorío independiente". Así escribe Pella y Forgas en 1883. El objetivo más codiciado de los piratas era Torroella que es, como quien dice, mi pueblo. Ayer compré allí una impresora para el ordenador y constaté que un fax público funciona el fin de semana. Acaban de abrir un bar para internautas y el viernes ponen en el cine La buena estrella de Ricardo Franco. Hace veinte años Torroella pertenecía al siglo XIX y no lo asolaban los piratas de puro milagro. En la actualidad tiene allí su sede un Festival Internacional de Música, que este año estrena a cuatro compositores vivos. Cuatro estrenos sobre dieciséis conciertos es una proporción muy superior a la de cualquier orquesta barcelonesa. Hay mayor aprecio por lo vivo y mayor valentía en esta población de 20.000 habitantes que en una capital de dos millones.Bien es cierto que, por ley electoral, un voto rural vale tres votos urbanos, lo que significa que las administraciones valoran tres veces más a un habitante del campo que a uno de la capital. Quizás eso sea lo justo porque en la actual Torroella ya no hay más piratas que los de la red; los otros, los rapiñadores, han trasladado su domicilio fiscal a Barcelona, y a más lejanas islas.
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