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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Preguntas de niños

Son las seis y diez de la tarde de un veraniego domingo y decido ir a la sesión infantil de un céntrico cine con mi hijo de ocho años. Estaremos fresquitos. Bajamos por las escaleras y mi hijo me pregunta por qué huele tanto a pis. Como casi todos los días, hemos tenido en la escalera la visita de personas que, tras dejar un rastro de papel de aluminio requemado y colillas de cigarrillos sobre la madera de los escalones, orinan y defecan allí mismo.Abrimos el portal y hemos de saltar por encima de otra persona que dormita rebozada en sus propios vómitos y excrementos sobre los escalones del zaguán, y mi hijo pregunta por qué esa señora se ha hecho caca encima y por qué tiene barba.

Bajamos a la calle y, en un portal contiguo, hay dos mujeres inyectándose en los tobillos, semiocultas por los cubos de basura que no se han recogido desde la noche anterior. Ninguna de ellas supera en mucho la mayoría de edad, y son las mismas que he visto ofreciéndose por la calle y metiendo, hábilmente, sus manos en los bolsillos de los incautos que se les acercan. Necesitan sacar para la siguiente dosis. Un borracho orina entre dos coches, y la calle está llena de restos de chinos y apesta a letrina.

Cinco metros más adelante, en al acera opuesta, apoyados en el muro del Oratorio que da nombre a la calle, una prostituta y su cliente se masturban frenéticamente. Trato de interponer mi cuerpo entre mi hijo y la escena, pero de frente y a escasos diez metros otra prostituta increpa a voz en grito y abofetea reiteradamente a un individuo al que dedica una retahíla digna de la mejor inspiración del ¿señor? Cela por las ninfas del lumpen. Mi hijo pregunta por qué le pega y que es eso de la papelina que dice le ha robado, y se ríe mucho de la amenaza de meterle el espejo retrovisor del coche sobre el que están apoyados por el culo. Le explico lo del retrovisor, el resto de la jerga lo conoce.

Llegamos al cajero del banco que está en la esquina, y, tras pedir a la persona que está durmiendo dentro que salga, sacamos dinero con la nariz tapada y procurando que no se nos suba por las piernas la fauna congregada, paraíso de un entomólogo, y regresamos a casa por el otro lado de la manzana para no repetir el espectáculo de las variedades.

Subimos a casa, saltando de nuevo por encima de la señora con barba, cogemos bayeta, lejía y escoba, adecentamos la escalera, llamamos al 092 y vemos desde el balcón cómo una patrulla llega e invita a la persona del portal a abandonarlo, cosa que hace, pero vuelve al punto de partida cuando se han ido los agentes.

Hablo de una calle entre la Puerta del Sol y Gran Vía, por donde pasan multitud de turistas, donde las abuelitas del barrio acuden a misa, y donde las familias del bario intentamos dar respuesta a nuestros hijos a todas las preguntas que nos plantean.- .

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